lunes, 3 de diciembre de 2012

RAGNARÖK – EL Libro del Infierno de dios. El Apocalipsis.






La tesis de que el mundo vive un devenir lineal que tendrá su consumación al final de la Historia mediante la intervención divina y de acuerdo con unos principios éticos, tiene su origen en el monoteísmo estricto de Israel de donde pasaría al cristianismo y, posteriormente, al islam. (…) Los cinco primeros libros de la Biblia -la Torah mosaica- no demuestran un especial interés por la existencia del más allá. Fue la consolidación de David como rey de Israel el factor que implicó una vigorosa proyección de la visión religiosa hacia el futuro. (…) A partir del s. VIII a.C., con los primeros profetas que redactan por escrito sus mensajes, la visión histórica de Israel resulta claramente lineal y finalista. Lejos de aceptar el modelo cíclico de su contexto geográfico, los profetas señalan que la nación no ha cumplido con sus exigencias éticas, que Dios desencadenará Su juicio por esa desobediencia… (…) El judaísmo forjaría un nuevo género literario –el denominado apocalíptico- que pretendía describir con detalle no sólo el final de la historia sino también los acontecimientos que lo precederían. (…) La creencia de que los últimos tiempos habían llegado con Jesús, el Mesías, y que la historia había iniciado ya su proceso de consumación no sólo no acentuó la tensión escatológica propia de buena parte del judaísmo de la época sino que la moderó considerablemente. Por supuesto, se asoció la Segunda venida de Cristo o Parusía con el juicio de la humanidad, la resurrección de justos e injustos y el juicio final seguido de recompensa o perdición eternas (Matero 25, 31 ss). (…) En términos generales, los escritos del Nuevo Testamento se diferenciaron acusadamente de sus paralelos judíos porque repudiaron la especulación sobre la fecha del fin, rehuyeron los detalles al respecto e insistieron en dar una dimensión ética a la esperanza en la consumación de la historia. (…) Estas peculiaridades escatológicas del cristianismo primitivo experimentaron desarrollos importantes que denotan una acusada impronta de la imaginería judía en el libro final del Nuevo Testamento, el denominado Apocalipsis. Suele ser ignorado el hecho de que la palabra apocalipsis no significa inicialmente más que correr un velo y, por extensión, una revelación de algo oculto hasta entonces. (…) En sus primeros versículos, Juan, el autor, indica que se trata de una obra dirigida a siete iglesias situadas en Asia Menor y redactada desde Patmos, una isla a la que las autoridades romanas deportaban a ciertos condenados sometiéndolos a un régimen penitenciario terriblemente duro. Hallándose en esta isla en el día del Señor- una referencia al domingo- Juan experimentó una aparición de Cristo, manifestado como el mismo Dios que se reveló a Israel encarnado para morir en la cruz, que le ordenó por escrito un conjunto de visiones (1, 4-11). Los capítulos dos y tres del Apocalipsis recogen los mensajes dirigidos a las comunidades cristianas de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea… va a ejecutar un juicio sobre ellas si previamente no se produce un cambio radical de conducta en aquellas que no cumplen con los principios de vida a los que fueran llamados. (…) Lo que Juan describe a continuación se inspira en algunos escritos bíblicos previos, como el libro del profeta Ezequiel, y ha tenido una influencia extraordinaria en el arte –no sólo religioso- posterior al s. IV. En primer lugar , contempla el trono de Dios a cuyo alrededor “había veinticuatro tronos” en los que estaban “sentados veinticuatro ancianos” y ante el que “ardían siete lámparas de fuego que son los siete espíritus de Dios” (4,4-5). …después de esa descripción… llega a su punto de mayor tensión dramática… la aparición de un rollo escrito por el interior y por el exterior, sellado con siete sellos que sólo podía abrir el Cordero de Dios que fue sacrificado (5, 1-3). De este ser es del que deriva la posibilidad de comprender el sentido de la Historia y es así porque su sacrificio fue el precio de la redención del género humano. (…) La Historia tiene sentido porque el Dios que habló con los profetas se encarnó en el mesías prometido y porque ese mesías fue un ser manso que aceptó la muerte para con su sangre redimir el género humano. De ese hecho fundamental pende toda la Historia humana tanto hacia adelante como hacia atrás. (…) …Históricamente Dios desencadena su juicio sobre la Humanidad para hacer prevalecer la justicia, un concepto expresado mediante la famosa visión de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (6, 1-8). El resultado final de esta cadena de calamidades es, finalmente, el juicio de Dios sobre todos los seres humanos desde “los reyes de la tierra y los grandes” a “todo esclavo” (6, 12-17). En segundo lugar, el restablecimiento de la justicia implicará la recompensa de los discípulos de Jesús el Mesías. Son descriptos verbalmente como “ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel” (7,4). (…) Juan vuelve a retomar el hilo de la acción centrada ahora en el juicio de Dios. En primer lugar, los siete ángeles tocan las trompetas del juicio sobre la Tierra, que se traducen especialmente en el anuncio de la destrucción del Templo de Dios (11, 1-2) y en el asesinato de los dos testigos de Dios en Jerusalén. “la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado nuestro Señor” (11,8). (…) Juan describe en un lenguaje sobrecogedor: la Bestia que surge del mar y cuyo número es el 666 (13, 1-8, 18). Sin embargo, los planes de la Bestia y del dragón no tienen éxito. Tras señalar que Babilonia, la aliada dela Bestia, será destruida (14, 1-3), Juan indica como el destino de ésta y de los que la adoran será un tormento cuyo humo “sube por los siglos de los siglos” (14,11)… y se describen las últimas siete plagas de Dios derramadas sobre la Tierra. Las mismas consisten en terribles castigos, incluida la aniquilación de Babilonia la Grande, cuya descripción como una prostituta vestida de escarlata estaba llamada a hacer fortuna (17, 1-3, 15-18). La siguiente sección de la obra, iniciada con la frase “Después de esto escuché” ya va referida al último período de la historia. En ella se narra el enfrentamiento del Cordero contra la Bestia y los reyes de la tierra en la batalla de Armagedón. La victoria del Cordero tiene como consecuencia directa que Satanás sea atado por mil años –el milenio- y que se produzca inmediatamente la primera resurrección (20,1-6) Cuando pase este período de mil años tendrá lugar el último rebrotar de las fuerzas del mal con el ataque de Gog y Magog, bajo la dirección de Satanás, contra la ciudad de los santos. El suyo será un intento vano condenado al fracaso (20, 7-10). La derrota y castigo del diablo es seguida por la resurrección de los muertos y el juicio de todos los seres humanos ante el gran trono blanco de Dios (20, 11-15) y el establecimiento de unos nuevos cielos y una nueva Tierra en la que morará Dios y sobre la que descenderá la nueva Jerusalén (21, 1-22, 5)” 

 Cesar Vidal “El día de la Bestia”, La Aventura de La Historia Nro. 14, diciembre 1999, Pág. 70/74.








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