“Tras dos semanas de asedio, Béziers sucumbió al ataque de los cruzados. El señor de la plaza, Roger de Trancavel, Había solicitado el apoyo de Pedro de Aragón pero éste nunca llegó. ¿Cómo iba a enfrentarse el rey de Aragón a un ejército bendecido por el Papa? Arnoldo Amaury ordenó, entonces, que 20 mil prisioneros fueran ejecutados. (…) Los sobrevivientes de Béziers, enfermos, exánimes, heridos y semidesnudos, fueron expulsados de la ciudad.(…) Al enterarse de aquello, Inocencio se sintió turbado. No era fácil mostrar su mejor cara ante los cardenales, sostener que todo marchaba bien, a pedir de boca, mientras albergaba tantas dudas… ¿De veras lograría socavar la herejía provocando tantas muertes en el Languedoc? (…) ´Qué cómodo sería que el demonio existiera´, resolvió, ´Todo sería cuestión de culparlo, de atribuirle todo aquello que la figura de Dios no basta para explicar´. Predicaba la existencia de un solo Dios pero, en la práctica, necesitaba dos: uno para justificare el bien y el otro –el demonio- para justificar el mal- ´Los cátaros no están del todo equivocados´ llegó a decirse. Luego recapacitó: lo cómodo, lo verdaderamente cómodo sería que Dios existiera- ´Sólo tendría que ponerme en sus manos. Dejárselo todo a El.´ Pero el problema, lo sabía, era suyo. No del diablo ni de Dios. (…) El Papa quería cerciorarse de que los frescos que había ordenado pintar en diversos templos –particularmente en la basílica de San Pedro- , despertaban tanto la piedad como el miedo. (…) Aquí se encontraba… cuando el padre Alvar, sin que nadie acertara a explicar de dónde había saldo, se arrojó a sus pies… (…) -… ví la saña del abad del Cister, oí los gritos de hombres, mujeres y niños que no entendían lo que ocurría. Cientos de inocentes fueron sacrificados por Simón de Montfort, sí. Vi cómo los degollaban, su Santidad. Lo vi.
-¿Consideras inocentes a quienes desafían a Cristo? ¿Consideras inocentes a quienes siembran la discordia?
-Su Santidad: ni el abad ni Simón de Montfort se han detenido un instante para averiguar quién ha desafiado a Cristo y quién no. Cuando increpé a Amaury en nombre de Su Santidad, respondió que había que sacrificar a todos, que ya Dios reconocería a los suyos en la otra vida. Así lo dijo, sí, sí…
(…) –Es un clérigo apasionado- resopló por fin.
-Es un carnicero despreciable, con perdón de Su Santidad. Lo ví en Bram, trepado a su litera, cubierta por damasquinos, regocijándose al ver cómo mutilaban la nariz y el labio superior a los cien sobrevivientes de la ciudad, sí.
(…) –Los caminos de Dios suelen ser inescrutables- respondió- ¿Quién te dice que esos cien mutilados no servirán de lección para que otros herejes reflexionen y vuelvan al buen camino? Si hoy no los detenemos, así sea a través de estos métodos escalofriantes, mañana dividirán a la Iglesia y acabarán por dividir a la cristiandad.
-A noventa y nueve- continuó el benedictino avanzando de rodillas hacia el Papa- les arrancaron los dos ojos, si. Al último sólo le arrancaron uno para que pudiera guiar a sus compañeros, sí. Y Amaury reía, a carcajadas, agitaba sus piernas.
-Los caminos del Señor son inescrutables- repitió Inocencio, como si quisiera convencerse a sí mismo de lo que decía.”
Gerardo Laveaga, El Sueño de Inocencio, Pág. 293/305
Pese la demora involuntaria que fue mi rodilla luxada, finalmente puse esta mañana los últimos empastes de óleo blanco y firmé. Para ser la primera obra que desarrollo con desnudos masculinos me siento bastante satisfecha. Sé que hay multitud de detalles que supongo superaré cuando haya trabajado con el desnudo masculino tanto como con el femenino. Que el equilibrio del cuerpo (la proporción) surja naturalmente. De memoria. Puro instinto.
“La cruzada iniciada con la matanza de Béziers, pronto sembró el terror, que propagó la práctica de las grandes hogueras colectivas ordenadas por el legado del Papa, Arnaud Amaury, abad de Citeaux. Este mismo prelado, como ha demostrado el historiador Jacques Berlioz, había manifestado en Béziers su buena cultura religiosa extrayendo de los Salmos su célebre consigna: ´¡Acabad con ellos, porque Dios conoce a los suyos!´
Sobre el mismo tema, escribió también al papa Inocencio III: ´La venganza de Dios ha hecho maravillas, hemos matado a todos…´”
Anne Brenon, Los Cátaros Ediciones B S.A. Barcelona 1998 pág. 76
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