sábado, 2 de marzo de 2013

  


VARIOS. I. LA SANTA INQUISICION II – LA CRUZADA ALBIGENSE.



      La libre asociación de ideas suele causarme estragos. Uno debería tener códigos de limitación para el delirio (aun para el supuesto delirio creativo) y poder accionar una alarma cuando el saltar alegremente de idea a idea visa el absurdo riesgoso. Me explico: hasta hace una semana estaba próxima a terminar mi La Santa Inquisición II – La Cruzada Albigense. Me auguraba un par de jornadas más, a lo sumo, para empastar luces y sombras y dar fuerza al conjunto. Detalles finales. La remolonería previa a dar por concluida una obra que me provocó sumo placer en el haciendo. Es cierto que seguía molestándome la pantorrilla y los pies cercenados del Cristo central (un Cristo a lo Miguel Ángel: poderoso, viril, intimidante), pero bueno, con la imagen total estaba bastante satisfecha. 


      Pero quiso el destino que el sábado pasado con La Nación se publicara otro ensayo de Eco que no tenía, Arte y Belleza en la estética medieval(Random House Mondadori SA Buenos Aires 2013). Obviamente lo compré y lo fui leyendo durante la semana. Y di con: 

     “La cosa bella requiere ser vista como tal y el producto artístico está hecho en orden a una visión: presupone la experiencia visual subjetiva de un espectador potencial. De esa polaridad había sido consciente, desde la Antigüedad, el mismo Platón. ´Si –los pintores- reprodujeran las proporciones auténticas que poseen las cosas bellas… la parte superior parecería ser más pequeña de lo debido, y la inferior, mayor, pues a la una la vemos de lejos y a la otra de cerca… -Los artistas- se despreocupan de la verdad y de las proporciones reales y confieren a sus imágenes las que parecen ser bellas.´ (Sofista, 235 e-236a). Era el problema que la tradición atribuía a Fidias, autor de una Atena cuya parte inferior, demasiado corta si se la veía de cerca, resultaba de dimensiones correctas si se la observaba de abajo arriba, una vez colocada por encima del nivel del ojo. Vitrubio, a este propósito había hecho una distinción entre simetría y euritmia. La eurhytmia era para él una venusta species commodusque aspectus, una belleza que aparece como tal porque es adecuada a las exigencias del ojo. La euritmia se presenta, pues, ante todo como regla de proporción técnica, intención orientada al aspecto, en oposición a la proporción puramente objetiva de las cosas de naturaleza. La toma de conciencia de esa exigencia no es propia solo del Renacimiento, aunque solo en el siglo XV se desarrolle la teoría de la perspectiva; (…) La técnica artística conocía, pues, el problema de la subjetividad de la fruición y lo resolvía a su manera.” (pag. 126/127) 


      Y lo que debió quedar como un interesante análisis de teoría del arte antiguo me convenció que debía solucionar el problema de los pies de mi Cristo a-como-de-lugar. Era un “problema de fruición estética”, y si un pintor medieval podía solucionarlo yo también. Los pies se cortaban porque daban con el borde de la plancha de korlok que usé de soporte. No existe modo de ir más allá del límite material, dice el sentido común. Si existe, digo yo. Acá es donde la obsesión y cierta cuota de ridiculez me ataca. Donde un instante de delirio puede arruinar una obra en la que llevo meses trabajando y que –fuera del detalle de los pies cercenados que me fastidia- resulta un trabajo bastante bueno. Pero no. Ahí se me van los ojos, a los pies por la mitad. Necesita pies completos. Con los pies se acentúa la posición de un Cristo, la postura clásica; sino no se va a entender (se entendía lo mismo o no se entiende lo mismo, en realidad no agregan nada a nivel interpretativo). 


      Entonces, en esos momentos que necesitaría alguien alrededor para ponerme el chaleco de fuerza, decidí que el Cristo se extendiera más allá del soporte. Los pies se impondrían por encima del límite del soporte. Para ese dichoso experimento tuve que romper la barra de sostén del caballete (ya de por si en estado lamentable) y sujetarla por las dudas con dos sillas, incorporado un pedazo de paspartout al soporte para extenderlo hacia abajo. Supe que ese injerto podía arruinarlo todo, pero ya no podía detenerme. Ahora que ya salí del brote y que observo a La Santa Inquisición II (con sus pies), creo que no resultó tan mal. Tal vez haya que trabajar un poco más para que el agregado se fusione y de frente, con la obra debidamente iluminada, no se note en la observación conjunta. Equilibrar el color. Pero ya mi Cristo se ve completo y decisivo. Podría haber salido mal. Pero puede que no.







  II.- LA SANTA INQUISICION.


 Esta noche oficialmente se inaugura la muestra en ARTEME. Será la primera vez que La Santa Inquisición esté a la vista pública. Veremos cómo le va (espero que nadie le fume cerca, porque está trabajada con kerosene como diluyente sobre un soporte de papel). Y será también mi vuelta a mostrar en Baires varias obras a la vez. Si me dejo guiar por los augurios, debería sospechar que no será favorable el resultado: mandé a confeccionar postales con las reproducciones de las obras que exhibo para repartir en el evento y, como es tradición de las imprentas y las gráficas, cuando fui a buscarlas no estaban listas. No sé para que uno lidia con ellos, nunca entienden que si catálogos o afiches no están disponibles para el día de la inauguración NO SIRVEN. No es lo mismo repartirlos cuando la muestra esta por cerrar. Pero no, ellos nunca cumplen. Y uno, que sabe que no van a tener listo el trabajo, igual se los encarga y se enferma cuando asume que otra vez demoraron la entrega. Mis postales no están listas para esta noche y ni siquiera estoy segura que lo estén para la próxima semana. Si esta anunciada demora es señal del resultado que tendrá el vernisagge de esta noche tal vez debería reconsiderar mi asistencia. Así debió ser la postal:



                





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