Frustraciones
varias.
Aprovechando los últimos días de vacaciones (lo que significa full time para pintar), avanzo en mi borrador de Postales
Victorianas para probar un esténcil de estampilla. Siguiendo normal mi línea de acción, busco el
modelo adecuado dentro de mi álbum de filatelista aficionada, y cotejo en el catálogo que mi elección corresponda al
período adecuado. Cincuentenario del
reinado de Victoria. Hasta ahí bien. Hago un dibujo simplificado, calo lo que
puedo sin romper, y se supone que ya tengo mi matriz de estampilla para aplicar a los dibujos. No me gusta demasiado el
resultado, pero, bueno, sigamos.
Aplico el
esténcil a mi diseño borrador y ¡queda
espantoso! Sucio, indefinido, una porquería. Lo retoco con pincel primero y con lapiceras
de gel después, pero sigue pareciéndome horrible. Definitivamente esto no va. Me fastidia la frustración de tiempo
desperdiciado y relego por un rato todo el asunto de las Postales.
Y como
suele pasar cuando me gana el mal humor, se me antoja pintar sobre una bandejita de cartón donde vino una
pre-pizza que fue la cena rápida de hace un par de días. Para mitigar mi ofuscado ánimo me autorizo a
jugar los juegos que más me gustan. Pego
los cordoncitos de unas bolsas, aplico más papel para dar firmeza, desparramo
acuarela para posicionar una de las Odaliscas de Fortuny que tanto me gustan, sobre la que planeo entretenerme con algún
mapa. Y de vuelta me gana la
frustración. No me gusta, el cartón
chupa la pintura de manera desigual y encima se encorva de modo para nada
simétrico.
¿Por qué
cuando tengo tiempo para pintar (lo que
es casi nunca) todo sale mal? ¿Sólo
puedo trabajar bajo presión, robando tiempo de otras tareas, para que ya no la
inspiración sino el mero oficio funcione?
Un total fastidio.
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