miércoles, 20 de enero de 2016



       Frustraciones varias.

         Aprovechando los últimos días de vacaciones (lo que significa full time para pintar), avanzo en mi borrador de Postales Victorianas para probar un esténcil de estampilla.  Siguiendo normal mi línea de acción, busco el modelo adecuado dentro de mi álbum de filatelista aficionada, y cotejo  en el catálogo que mi elección corresponda al período adecuado.  Cincuentenario del reinado de Victoria.  Hasta ahí bien.  Hago un dibujo simplificado, calo lo que puedo sin romper, y se supone que ya tengo mi matriz de estampilla para aplicar a los dibujos.  No me gusta demasiado el resultado, pero, bueno, sigamos.




     Aplico el esténcil a mi diseño borrador y ¡queda espantoso!  Sucio, indefinido, una porquería.  Lo retoco con pincel primero y con lapiceras de gel después, pero sigue pareciéndome horrible.  Definitivamente esto no va.  Me fastidia la frustración de tiempo desperdiciado y relego por un rato todo el asunto de las Postales





     Y como suele pasar cuando me gana el mal humor, se me antoja pintar sobre una bandejita de cartón donde vino una pre-pizza que fue la cena rápida de hace un par de días.  Para mitigar mi ofuscado ánimo me autorizo a jugar los juegos que más me gustan.  Pego los cordoncitos de unas bolsas, aplico más papel para dar firmeza, desparramo acuarela para posicionar una de las Odaliscas de Fortuny que tanto me gustan,  sobre la que planeo entretenerme con algún mapa.  Y de vuelta me gana la frustración.  No me gusta, el cartón chupa la pintura de manera desigual y encima se encorva de modo para nada simétrico.







     ¿Por qué cuando tengo tiempo para pintar (lo que es casi nunca) todo sale mal?  ¿Sólo puedo trabajar bajo presión, robando tiempo de otras tareas, para que ya no la inspiración sino el mero oficio funcione?  Un total fastidio.




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