jueves, 7 de enero de 2016



     Es desesperante la señal de internet.  Va y viene.  Imposible navegar de corrido, y entre salto y salto, la pausa puede prolongase diez minutos.  O tardar media hora subir una foto al blog o en enviar un mail.  ¿Cómo es posible que esto se vuelva algo tan molesto?  Simple, porque nos han domesticado y ya sin internet no sabemos vivir.  Desde leer los matutinos (que en papel sí están disponibles en recepción) o verificar la dirección de dónde se desarrolla una muestra que queremos ver (lo que fácilmente podríamos preguntar al conserje), perdemos una cantidad de tiempo y acumulamos una montaña de ira porque la señal va y viene.  Va y viene.  Un fastidio. 




     Debe ser es el karma lógico por no dar debida primacía a las razones por las que (se supone) uno vino por estos lados.  El sol (al que huyo, me quemé mal la espalda por ponerme el protector en forma despareja y dudo que vuelva a acercarme a una reposera), la arena (detestable y entrometida) y el mar/rio (según para que lado vaya de la Península, que en lo personal evito porque es demasiado frío, innecesariamente húmedo y concretamente tétrico para los que nunca aprendimos a nadar). Las “olas y el viento” dice esa vieja canción de mi infancia.  ¿A quién le puede gustar la combinación de las olas y el viento?  Mojada por las olas el viento te pega la arena que no te podés sacudir por tener la piel  achicharrada por el sol.  Abrís la boca (porque los ojos los tenés que tener cerrados para evitar las úlceras) para pedir una toalla con que cubrirte del ataque y ya se te metió media playa en la garganta.  Y el ruido…  no el del mar, imponente, relajante en su vaivén, no, el de la gente que habla a los gritos para que te enteres de todas esas cosas que no te interesa enterarte.   Pero se supone que esto es divertido, que venimos voluntariamente a someternos a semejante suplicio. Es obvio de que no soy de los que “hacen playa”, aunque realmente me gusta la playa.  Me gusta verla como a una postal tridimensional.  Desde lejos.  A prudente distancia de "las olas y el viento".  Linda luz, fascinante perspectiva, ritmo hipnótico. Soy por naturaleza un observador, no un protagonista.




Post data:  la arena sí me gusta mezclada con óleo parada dar textura, como en las obras de la serie Primitiva (inicio de los 90) que acompañan esta especie de queja (contradictoria).









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