martes, 26 de enero de 2016


       
         Siendo mi última semana de vacaciones suena justo que derroche mi último tiempo libre según me venga en ganas.  Podría estar trabajando sin pausa ni presiones en alguno de mis proyectos en marcha; o podría, como estoy, vagabundeando en cualquier otra dirección.


     Ha sido una cadena de circunstancias complotadas.  Primero, mi mal humor ante la constante acusación de que no me enfoco, que desperdicio tiempo y energías que bien direccionadas  podrían hacerme llegar a algún lado -¡perdón!, es que no estoy yendo a ninguna parte-.  Ese mal humor me obliga, como cuestión de principios,  a desenfocarme mucho más.





     Estaba muy entretenida con mi experimento de la  bandeja de cartón de pre-pizza que no me permite desplazar cómodamente la pintura y que con su empecinada curvatura me hace perder la perspectiva, cuando se acabó el vino.  Había sido un regalo, la novedad del vino en cajas de tres litros, la bag in box.   Puntualmente, no me gustó  (estéticamente, la caja es tosca, no hay donde ponerla y servir de ahí en la copa es de una rusticidad incompatible con el disfrute).  Igual, el vino se tomó, la caja quedo vacía, y el conflicto sobre tirarla ocupó el podio de mis preocupaciones.  Entonces se encadenó la idea que venía arrastrando desde que en mi difusa investigación para la ambientación que hice para una amiga di con unos maravillosos book-art sobre Alicia.  Claro que yo no puedo descuartizar un libro por más que el resultado quede como gloriosa pieza de arte.  Sencillamente yo no puedo.  Entonces, pareció lógico que la caja de vino, la bag in box, sirviera para falsear un libro que fuera  base a una alegoría de un book-art  sin libro y sin romper nada.  Simular las hojas con papel de diario, que en un juego de montajes pareciera que es un libro siendo –como siempre- solo un montoncito de material de descarte –pura y simple basura-.






     Y así, en mi última semana de vacaciones, estoy tonteando con recrear una visión global de Alice in Wonderland  de papel de diario en un falso libro que supiera ser una falsa botella de vino auténtico.  Debería estar trabajando en mis Postales Victorianas o -¡de una buena vez!- terminando mi serie de Ragnarök.  Pero me distraigo, me sigo distrayendo…





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