Crónicas equinas: La cuenta regresiva (o de
cómo pese a llevar treinta años pintando uno puede cometer estupideces
catastróficas).
Acostumbrada a mezclar todo –o a
no prestar demasiada atención a lo que estoy haciendo- para hacer los detalles de fileteado porteño
al pie de mi Caballito de Carrusel usé algo de acuarela junto con el
acrílico con el que venía trabajando. ¿Por
qué? Porque siempre hago eso: busco el
color que me interesa indistintamente del tipo de pintura que se trate, ¡hay
tanta variedad desparramada por mi taller!
Obviamente,
cuando empecé a pasar la primera capa de barniz, el acrílico se comportó como
acrílico y la acuarela como acuarela, o sea, volvió a diluirse y se
corrió. Un auténtico desastre. No es que yo no supiera que la acuarela no se
barniza, es que estaba distraída en vaya a saber uno que otro millón de cosas.
Así que
arruiné el fileteado, y aun a sabiendas del enchastre tuve que acabar la
primera capa de barniz (imprescindible para dar unidad y resistencia a la
base). Y una vez seco tuve que volver a
corregir todo el fileteado esta vez sí, exclusivamente, con acrílico.
El
problema es que Caballito también tiene
muchos detalles con acuarela, así que me resigno a arruinar gran parte de lo ya
trabajado mientras le paso la primera capa de barniz. Habrá que volver a retocar todo el conjunto
antes de dar la capa de laca más rígida.
Mi estupidez me obliga a hacer lo mismo dos veces. Lamentablemente, lo grave no ha sido mi error
sino que, pese a este escarmiento, seguramente en el futuro voy a volver a
cometerlo… Tengo mixturizado el cerebro.
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