Hoy se usa la palabra mainstream para referir a una
manifestación artística (plástica, música, literatura) que cuenta con múltiples
y poderosos recursos para su comercialización, logrando llegar a gran cantidad de personas en todo el mundo al mismo tiempo. Lo que se produce directamente para las
masas, a sabiendas de que será aceptado –fórmulas ya probadas con leves
diferencias para simular novedad- y que se lanza con tamaña artillería mediática
que asegura su difusión y forzosa aceptación. Lo opuesto sería el underground,
lo “subterráneo”, las manifestaciones artística que no siguen patrones
comerciales y que circulan al margen de la cultura principal, oficial y masiva,
es decir, el mainstream.
Nada nuevo, salvo el neologismo (para ser
exactos, el anglicismo). Siempre estuvo
esa esfera prefabricada (el mercado, que
viene a ser una especie de feria con sus tenderos que vocean productos, a cada uno gritando más fuerte y haciendo llamativa alharaca) opuesta a esos absurdos personajes
imperdonables que se empeñan en hacer las cosas como ellos quieren y no
como determina la moda del momento. Yo no veo diferencias. Salvo que ahora, con nueva terminología,
parecen haber descubierto la rueda. Más
de lo mismo.
El
desafío sería (“sería” si uno aceptara
perder el tiempo en imposibles) encontrar un punto de intersección, un
huequito donde las paralelas se toquen y que no sea el infinito. Hacer desde la periferia lo que el mercado no
aprueba pero colarlo al público con las técnicas de difusión del más puro mainstream.
¿Se puede
armar una campaña de prensa de una pequeña exposición marginal como si fuera el
lanzamiento de un film de Disney o
de un cantante latino de la factoría miamense de los Estefans? ¿Se pueden copiar
sus técnicas y adaptarlas para difundir un evento cultural de la periferia? Si, copiar se puede copiar cualquier cosa (con dinero, tiempo y algo de ayuda logística). A menor escala y teniendo en claro que la cultura en serio siempre ha sido un coto reducido.
Pero, ¿tiene sentido tanto esfuerzo? ¿No
se supone que lo underground quiere ser undeground
como el tigre quiere ser tigre y la rosa rosa? ¿No sería, en definitiva, una incoherencia, casi una auto-traición? O peor aun: que el circo haga perder de vista lo que realmente importa, que la obra se diluya en medio de tanta parafernalia.
Post data: Esta es mi entrada número 1000. Alguien dirá, probablemente con razón: "¡cuanto tiempo y energía desperdiciada a cuenta de nada!" Y sí, yo soy así; me gusta hacer cosas poco útiles sólo por el placer de hacerlas. Entrada mil: ¡ha sido un gusto!
Post data bis: Yo sé que es una tontería, pero todavía me emociono cuando alguien se guarda la imagen de una de mis obras (aun cuando se trate de una que, personalmente, no me guste mucho...).
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