sábado, 25 de junio de 2016




     “(¿Tiene razón Oscar Wilde cuando sostiene que no hay libros morales o inmorales, sino únicamente libros bien o mal escritos?)  En razón de su tono imperioso, el aforismo de Wilde me parece más apto para cerrar que para abrir una discusión.  Quizá no hay libros inmorales, pero hay lecturas que lo son, claramente.  El Martín Fierro (amplío aquí una observación de María Rosa Oliver) fue escrito para demostrar que el ejército convierte en vagabundos y en forajidos a los hombres de campo; es leído inmoralmente por quienes buscan los placeres de la ruindad (consejos de Vizcacha), de la crueldad (pelea con el moreno), del sentimentalismo de los canallas y de la bravata orillera (passim).  Otras publicaciones son inmorales de intención y de ejecución.  Así, yo tengo para mí que una de las causas del entontecimiento gradual de los argentinos son las revistas populares: notorias cátedras de codicia y servilismo. (…)  No nos dejemos embaucar por la connotación sexual de la palabra inmoralidad; más inmoral que fomentar la lascivia es fomentar el servilismo o la estolidez.

     Stevenson (Ethical studies) observa que un personaje de novela es apenas una sucesión de palabras y pondera la extraña independencia que parecen lograr, sin embargo, esos homúnculos verbales.  El hecho es que una vez lograda esa independencia, una vez convencidos los lectores de que tal personaje no es menos vario que los que habían la “realidad” (quienes, por demás, tampoco son, o somos, otra cosa que una serie de signos), el juicio moral del autor importa poco.  Además, todo juicio es una generalización, una mera vaguedad aproximativa.  Para el novelista, como tal, no hay personajes malos o buenos; todo personaje es inevitable.  I understand everything and everyone, declara Bernard Shaw, and am nobody and nothing(…)

     Vedar la ética es arbitrariamente empobrecer la literatura.  La puritánica doctrina del arte por el arte nos privaría de los trágicos griegos, de Lucrecio, de Virgilio, de Juvenal, de las Escrituras, de San Agustín, de Dante, de Montaigne, de Shakespeare, de Quevedo, de Browne, de Swift, de Voltaire, de Johnson, de Blake, de Hugo, de Emerson, de Whitman, de Baudelaire, de Ibsen, de Butler, de Nietzsche, de Chesterton, de Shaw; casi del universo.
    
Jorge Luis Borges  Debates de Sur – Moral y literatura, Sur, Buenos Aires Año XIV, Nro. 126 abril de 1945,  Borges en Sur 1831-1980  Emecé Editores S.A. Buenos Aires 1999, páginas 297/299.







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