“No
sé si la educación puede salvarnos, pero no sé de nada mejor”.
Jorge
Luis Borges.
Borgeanas
by farnell
El Inmortal
grafito - 70X100cms.
Ser inmortal es baladí; menos el hombre,
todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo
incomprensible, es saberse inmortal. He notado que, pese a las religiones, esa
convicción es rarísima. Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la
inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo
creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o
castigarlo Más razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostán;
en esa rueda, que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la anterior
y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto... Adoctrinada por
un ejercicio de siglos, la república de hombres inmortales había logrado la
perfección de la tolerancia y casi con desdén. Sabía que en un plazo infinito
le ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas o futuras virtudes,
todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus
infamias del pasado o del porvenir. Así como en los juegos de azar las cifras
pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así también se anulan y se
corrigen el ingenio y la estolidez, y acaso el rústico poema del Cid es el
contrapeso exigido por un solo epíteto de las Églogas o por una sentencia de
Heráclito. El pensamiento más fugaz obedece a un dibujo invisible y puede
coronar, o inaugurar, una forma secreta. Sé de quienes obraban el mal para que
en los siglos futuros resultara el bien, o hubiera resultado en los ya
pretéritos... Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también son
indiferentes. No hay méritos morales o intelectuales. Homero compuso la Odisea;
postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo
imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea. Nadie es alguien, un
solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy
héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de
decir que no soy…
Jorge
Luis Borges, El Inmortal (fragmento)
Posesión del Ayer
grafito - 50X70 cms.
Sé
que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones,
ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en
esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está
siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me
dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que
perdimos. llión fue, pero llión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel
fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía.
Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es
zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que
los paraísos perdidos.
Jorge Luis Borges, Posesión del Ayer
La Suma
grafito - 50X70 cms.
La Suma II
grafito - 50X70 cms.
La Suma III
grafito - 50X70 cms.
Ante la cal de una pared que nada
nos veda imaginar como infinita
un hombre se ha sentado y premedita
trazar con rigurosa pincelada
en la blanca pared el mundo entero:
puertas, balanzas, tártaros, jacintos,
ángeles, bibliotecas, laberintos,
anclas, Uxmal, el infinito, el cero.
Puebla de formas la pared. La suerte,
que de curiosos dones no es avara,
le permite dar fin a su porfía.
En el preciso instante de la muerte
descubre que esa vástaga agarabía
de líneas es la imagen de su cara.
Jorge Luis Borges, La Suma
La Luna
grafito - 70X90 cms.
Cuenta
la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado
Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.
Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.
La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.
Jorge
Luis Borges, La Luna (fragmento)
Beppo
grafito - 50X70
El
gato blanco y célibe se mira en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién
le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me
digo que esos gatos armoniosos
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede al tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De
qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
Jorge
Luis Borges, Beppo
Que dios detrás de Dios la trama empieza
mixtura sobre papel y tabla - 100X70 cms.
Tenue
rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Jorge Luis Borges, Ajedrez (fragmento)
El Aleph
mixtura sobre papel y tabla - 70X50 cms.
En la parte inferior del escalón, hacia la
derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al
principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión
producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del
Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin
disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas
cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el
populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una
plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era
Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un
espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un
traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el
zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal,
vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de
arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera,
el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una
vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera
versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra
de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen
cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y
el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color
de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de
Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi
caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la
delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando
tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las
sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres,
émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la
tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me
hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido
a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia
atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de
mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi
el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis
vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese
objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún
hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Jorge
Luis Borges, El Aleph (fragmento)