Jugar con basura – Tercera Parte: el asunto
de los candelabros (o de cómo puedo ser
tan “artista conceptual” como cualquiera).
“Me
pregunto si me entiende, Nausicaa…”
Abel
Mateo – El Asesino Perdido
Era (pretendía ser) una justificación. Dentro de mi lógica, si mis cachivaches tipo
cáliz falso Mackenzie-Childs podrían
ser pie de un par de topiarios para una mesa de fin de año, eran necesarios también
algún que otro candelabro. Y los candelabros eran la excusa perfecta para
seguir jugando con un montón de material de descarte que se apila en los
rincones de mi taller.
Pero es
probable que sintiera el comentario como una crítica y me pusiera a la
defensiva. Puede, también, que realmente
fuera un reproche la acusación de perder el tiempo con esas “manualidades” desatendiendo mi obra “seria”.
Y es verdad también que a esas alturas yo había consumido el necesario
alcohol para potenciar mi capacidad discursiva inconsciente. Así que argumenté como si fuera cierto, de
corrido y con autoridad:
-No
hago “manualidades”, estoy trabajando en mi proyecto de “Basura de Artista”. ¿No
estuviste en la última edición de ArteBA?
¿No viste el camino de tierra y desperdicios que presentó esa galería
que no me acuerdo en el espacio experimental?
La mugre esa que hacía un caminito…
Bueno, yo voy a hacer lo mismo, un camino (de mesa) con los mismos desperdicios pero atravesados por la intervención real de un artista. Mi concepto de cómo el mismo elemento sin valor que un supuesto artista pone a consideración del espectador, así nomás, sin ninguna interacción personal, puede leerse desde otro lugar cuando un artista se toma lo molestia de interactuar con ese objeto. Mi basura es linda, ¿entendés?; bonita y brillosa. No es lo mismo amontonar cosas como hacen algunos que te hablan sólo de “la idea” que agarrar esas cosas y con el toque de Midas volverlas… doradas…
Se
perfectamente que todo eso era una estupidez, que no me interesa para nada ni
el arte conceptual, ni las instalaciones, ni debatir con nadie sobre cuanta
estupidez está de moda. Mis candelabros
eran para poner en la mesa con los topiarios, todo en blanco y negro, mucho
damero, y doradito elegante para dar ánimo de festividad. Mi juego privado. Sí, estaba haciendo “manualidades”, ¿qué problema hay? Pero me estaban fastidiando y no debería
beber cuando intento sociabilizar.
Lo más grave
fue que mis interlocutores me tomaron en serio y debatieron la cuestión como si
hubiera razonabilidad en distinguir la instalación oportunista de la auténtica
intervención artista, poniendo la luz en esa acción concreta que diferencia al
impostor del artista. Real el punto pero
no para considerarlo con mis inofensivos candelabros de botellitas de
craquelador.
Aclaro que
no voy a hacer nada de esa presunta instalación de “basura de artista”. Sólo
juego con basura para mí, para reciclar esas cosas que no puedo tirar y con el
único fin de hacer espacio en mi taller.
Todo el discurso era sólo discurso, casi, casi, puro arte “conceptual”, abstracto e inútil. Un estúpido "relato" de circunstancia.
La Autonomía de lo bello
Serie Las Flores del Mal
óleo sobre tela, 100X120 cms. 1992
Obra extraviada
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