La totalidad de las imágenes que se reproducen en este blog corresponden a obras de mi autoría.
domingo, 30 de octubre de 2016
viernes, 28 de octubre de 2016
Sobre las obras perdidas – La precuela
Comencé a
perder obra en el año 1992. Era un
ambicioso proyecto de exhibiciones de artistas argentinos en Estados Unidos, coordinadas por una
asociación de artistas independientes acá y una supuesta galería allá. Hubo una convocatoria por los diarios
a presentar bocetos sobre una serie de temas específicos, el mío pasó la
preselección, y así fue que concreté Autonomía
de lo bello, la primera de mis obras que viajó hacia el Norte (y que,
por supuesto, jamás regresó).
Supuestamente la primera muestra –en Phoenix, Arizona- fue un
éxito, y me dijeron que mi obra se había vendido a un basquetbolista (un globetrotter, especificaron, como augurio de buena fortuna). Yo era muy joven y tímida y no pregunté ni
cual había sido el precio ni cuando ese dinero llegaría a mis manos. Por el contrario, dejé que me cebaran a enviar más
obra, para lo que sería una seguidilla de exhibiciones en Arizona y en hoteles de cinco estrellas de Miami. Sin preguntar mucho ni resguardarme de ningún
modo (y sin internet por entonces para cotejar la veracidad de los eventos) mandé gustosa e ingenua a Autonomía de lo bello II
y a unas obritas viejas (que no me
convencían mucho pero que era lo único que tenía disponible por entonces sobre
tela) a su presunto destino de gloria en territorio norteamericano.
Resultado
final y previsible: nunca recibí el dinero de la ¿venta? de Autonomía… ni tuve noticias de ninguna de esas
obras. La asociación de artistas se
disolvió, al galerista que manejaba las cosas allá no hubo modo de contactarlo, el tiempo pasó y
el mundo (mi mundo) siguió girando.
Sólo me quedó de esa aventura el boceto inicial de Autonomía de lo bello:
Es
evidente, ante los hechos, que esa pérdida inicial no me desalentó a seguir
enviando obra a destinos desconocidos con poco criterio y sin ningún reaseguro. La
Cuadrilla de la Langosta marchó a España
y ahí quedó.
Imagen quemada, Otra
imagen quemada e Imagen en rosa también marcharon a distintos eventos en tierras
europeas y no supieron retornar a casa:
Un par
de dibujos se quedaron en México…
Y para demostrar que soy capaz de perder obra
a la vuelta de la esquina, Sangre de Puma se me perdió en la mismísima Capital: estaba en exhibición en una
galería sobre calle Maipú que de un
día para el otro desapareció en la intempestiva construcción de una torre y no
hubo manera de reencontrar al galerista que la tenía -al que tampoco busqué tan exhaustivamente que digamos-.
Apostilla: Hay otra
cantidad de obras que se han quedado en el limbo de mis mudanzas, que podría
saber dónde están pero que no quiero buscar ante la sospecha del deterioro
causado por no haberlas cuidado como corresponde. Mis obras no sólo deben
hacerse su propio camino sino que deben sobrevivir a mi enorme capacidad de
distracción.
jueves, 27 de octubre de 2016
Sobre las obras perdidas – Episodio III
Hay obras perdidas que en rigor de verdad no están
perdidas porque se supone que sé dónde están. En el 2008 participé de la Bienal
Balconadas, en Betanzos, La Coruña, España. Toda la tramitación fue via mail y la obra -Me fui en busca de una luna menos fría-
viajó por correo postal, en este caso sin ningún problema. Me confirmaron arribo y combinamos que el
retiro sería personal, que me guardarían la obra hasta que yo viajara a
buscarla, lo que en mis planes por aquel tiempo sería casi un año después del
evento. A su tiempo me llegó -también por correo postal- el precioso catálogo del evento donde se veía mi obra colgada de un balcón de la ciudad de Betanzos.
La vida
hace sus planes deshaciendo los propios y finalmente no viajé a España cuando lo tenía previsto. Tampoco me contacté para avisar la contingencia
y pedir me la reenviaran vía postal a mi costo.
De hecho, no volví a tener ninguna comunicación con las personas con las
que había mantenido hasta entonces un muy cordial intercambio. Como siempre, pasó el tiempo mientras yo me
distraía en otras cosas…
En enero
del 2017 voy a estar en España –salvo imprevistos, ya tengo el pasaje-. Podría ir a buscar la obra, pero sé que no
voy a hacerlo. ¿Por qué? Porque es así. Porque el tiempo es escaso y seguramente me
demore en exceso en El Prado (mi santa peregrinación a Goya), sintiendo que el
destino de cada obra es exclusivo de ella.
Que tal vez esté arrumbada en un depósito pero tal vez alguien se
encariño y la llevó consigo, y en ese caso qué derecho tengo de aparecer a
interrumpir.
No es desidia, no es
indiferencia, mucho menos falta de cariño.
Es simplemente creer que lo que debe ser será, independiente de mí. Si Me fui en busca de una luna menos fría
tiene que volver a casa será ella la que va encontrar el camino de vuelta.
miércoles, 26 de octubre de 2016
Sobre las obras perdidas – Episodio II
A
diferencia de las siete pequeñas obras de la serie The Silk Road, que previo
a su desaparición fueron exhibidas en dos eventos concretos (de los que
conservo fotos y reseñas de prensa), de las dos obras de Plagiaria que se
perdieron en el Reino Unido ni
siquiera sé si alguna vez fueron colgadas realmente antes de entrar al limbo de
las cosas que no se sabe dónde están.
El asunto
empezó con el sitio de arte de Saatchi
(el anterior, el que permitía subir gratuitamente obras en los años
2006/2007). En esta web me contactan los
(presuntos) responsables de la galería
The
Brick Lane Gallery, de Londres,
invitándome a participar de un formato
de exposiciones colectivas de artistas emergentes llamado Art in Mind. Había, por supuesto, que abonar un derecho de
participación, pero era bastante accesible en ese momento (año 2008) y creí que
era una posibilidad interesante.
Vía mail
(mi viejo mail de Hotmail) combinamos todos, giré el dinero, tramité prolijamente
mi derecho de exportación transitoria y me apronté al envío de Mi
Danae y de Venus del Portulano, dos mixturas sobre tela y papel intervenido con fuego, montadas sobre bastidor de madera de 60X90 centímetros cada una de ellas.
Los
conflictos aquella vez fueron con el Correo
Argentino, que pese a mi correcto trámite ante Artes Visuales y mi permiso de
exportación de arte, me impidieron la remisión de las obras montadas en
bastidor (supuestamente por exceder un tamaño pre-fijado) y obligándome a
desmontarlas y enviarlas enrolladas en una caja tubo de encomiendas. Las obras fueron despachadas a inicios del
2009, avisé a la Galería de cómo llegarían y pedí me indican el costo de volver
a montarlas para remitir el dinero necesario para ello. A partir de ahí no volví a saber nada. Mandé otros mails que nunca me
contestaron. Mis obras debían integrar
la Art
in Mind de marzo de 2009, así que esperé esa fecha suponiendo que en el
ajetreo del montaje no tenían tiempo de confirmarme nada. Silencio de radio.
A mediados del 2009 un virus me impidió por
el resto de ese año acceder a mi cuenta de Hotmail. Googlee hasta el cansancio a The
Brick Lane Gallery , a la espera de capturar en la red alguna imagen de
los eventos de las Art in Mind y constatar si en alguna habían figurado mis
obras. Siguió pasando el tiempo; desde mi nuevo correo de Gmail mandé múltiples
consultas que siempre tuvieron el silencio como respuesta. Siguió pasando el tiempo, me entretuve en
otras cosas, el asunto pasó al olvido.
No sé si
Mi
Danae y Venus del Portulano llegaron realmente a manos de los
responsables de la The Brick Lane Gallery o
si siguen en su caja tubo en alguna oficina de correos. Ignoro si volvieron a montarse y si alguna
persona ha vuelto a verlas físicamente.
Me queda la duda y sus imágenes.
Y un ítem más en mi lista de obras perdidas.
Post data: Encontré la nota por la que formalmente se me invitaba al evento y que utilicé para tramitar el permiso de exportación:
martes, 25 de octubre de 2016
Acabo de
recibir un mail informándome que en un sitio de arte me han dejado un
comentario:
Y aunque,
como decimos por acá, suena más como un cebo para algún cuento del tío que como un interés real, bueno, igual uno se siente
halagado de que nuestro trabajo haya llamado la atención de alguien más allá de
las (buenas o malas) intenciones que
éste tenga. ¿Qué si voy a contactarla? Por supuesto, la curiosidad siempre mata al
gato. Imposible resistirse.
Sobre las obras perdidas – Episodio I
Me preguntaron sobre la disponibilidad de una de las obras de la serie The Silk Road. Mal momento (por la circunstancial compañía) y mal lugar (no tenía por donde escabullirme para evitar la respuesta). No podía decir la verdad ("No sé dónde están") y balbucí un nada creíble y seudo profesional: “Las tengo comprometidas para un par de muestras el año próximo, de momento no están a la venta”.
La verdad
verdadera –esa que no iba a decir en frente de todos- es que se quedaron en España después de un par de
exhibiciones cuando perdí el contacto con la última persona que las tuvo en su
poder. “Perdí contacto” significa que me dejé estar, siempre entretenida en
otras cosas, y no me ocupe seriamente de su reintegro. Demasiado tiempo después, cuando por mail
intenté reanudar la conversación, nadie contestó. ¿Insistí?, no, obviamente. Prefiero imaginar que están en buenas
manos y que eventualmente alguien las
disfrutará colgadas en alguna pared desconocida. Mi fe es toda para ellas: las creo bonitas,
gratas para la compañía, capaces de conseguir que se las cuide y se las quiera
por mérito propio.
Y así esas
siete pequeñas obras se suman a mi catálogo de perdidas. Claro que me cuesta reconocerlo públicamente,
sé muy bien que suena a desidia y torpeza, a una concreta incapacidad de
manejar mis asuntos con eficacia mercantil.
No sólo pierdo dinero, ¡pierdo obras!, mejor sería que dejara todo en
otras manos… Íntimamente soy consciente
de que nada de lo que hago o dejo de hacer es ni inocente ni casual. Pero es complicado de explicar a quienes sólo
entienden de dos por dos y de cuanta ganancia en metálico reporta cada cosa que
se hace. No me gusta pelear, no soy del
tipo conflictivo. Me alcanza con hacer
lo que me viene en ganas, aunque a quién
lo vea de afuera le parezca todo pura debilidad y torpeza.
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