lunes, 10 de octubre de 2016

     Reconociendo mi prejuicio inicial, me rindo a la evidencia y reconozco que Twitter es una maravillosa herramienta para informarse de modo rápido y selectivo y para difundir la obra más allá de lo imaginable.

     Eligiendo con criterio a quienes seguir (siempre dentro de un número razonable que permita que se pueda leer en un tiempo lógico toda la data que se suministra) Twitter permite estar al tanto de qué se está haciendo en otras partes, en qué anda la gente que admiramos y tener un cronograma actualizado de eventos cercanos y convocatorias accesibles para sumarnos.  Lo que antes había que buscar en dos docenas de publicaciones especializadas (con su a veces inaccesible costo) está ahí, constantemente, en el telefonito.

     En cuanto a difundir lo que uno hace a las pruebas me remito:








     Discutí sobre esto hace poquito tiempo con un artista más conservador que yo.  Si paso en limpio el fondo de la cuestión (y esto lo va a hacer enojar aun más conmigo) creo que su negativa feroz a una difusión tan imprevisible era puro miedo.  Miedo a que la obra se exponga a juicios de personas sobre las que no se ejerce ningún control.  Miedo a exponerse a esa fatal crítica contundente que es la indiferencia. 


     Moverse sólo entre amigos es cómodo, pero no correr riesgos es estancarse y eso, para un artista, resulta imperdonable.  La web es universalista e impiadosa.   Siempre entendí que el artista tiende a la universalidad y que el riesgo del juicio ajeno es parte esencial de poner el alma (realmente) en lo que se hace.  No digo que las cosas se hagan por y para esa opinión ajena, pero escaparle es simple cobardía.



 “Y más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa.

Hermann Hesse, El Lobo estepario








No hay comentarios:

Publicar un comentario