Qué pena –le digo-, pero
estoy demasiado ocupada en otra cosa...
Y no es mentira, porque sí estoy haciendo algo. Que ese algo sea un poco absurdo no
significa que no estoy muy ocupada con
eso.
Desde
hace unos meses me demoro en una obra que hoy entiendo es el referente de esta
errática etapa. Burlesque implica una
serie de obras que reúnan todo, que
mixturice soportes, y técnicas pero también mi variopinto ideario y mis recargadas tendencias. Hasta acá
trabajé mi obra “seria” por un lado y mi afición por el cachivache en un
plano de obra “menor”, de juego privado, de sinrazón autorizada sólo para mi
íntimo disfrute. En Burlesque he decidido la definitiva unión de mis dos mundos. Una autorizada y pública burla a la presunta seriedad que yo misma me he impuesto durante años.
Sobre un
viejo bastidor de madera fijé, a guisa de tela, un montón de papeles superpuestos,
pegoteados entre sí y tensados para que parecieran (de lejos y con buena voluntad) una tela tradicional. Mientras dibujaba la figura en su inicio, rompí
el papel en varios puntos por lo que tuve que pegar más parches por encima. La rugosidad delata fácil la realidad del soporte.
Pintar con
óleo diluido en kerosene sobre el rejunte del papel hace esa base no sólo
muy frágil sino altamente inflamable. Prohibido fumar en las cercanías.
Y por qué no incluir strass. Y craquelar un
sector de la media máscara. Ese
revoltijo de cosas me encanta y hace que me demore más y más. Le dedico pocas horas al trabajo y muchas a la contemplación divertida planificando imposibles. Realmente la obra me gusta mucho, no tengo ningún apuro en terminarla.
Y
agreguemos cartografía por el puro gusto de escribir sobre la obra. Más papel pegado y garabatos en lapiceras de gel
hasta donde aguante sin romperse.
Y dejemos
en claro que se trata de un juego, uno sin reglas y sin final conocido. En Burlesque
me habilito a todo; será mi serie comodín.
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