Hace
menos de un mes visité el Louvre y, como reseñé por entonces, la sensación más
vívida que se me quedó en la piel fue la dolorosa posibilidad de que el Museo
se convirtiera en víctima de la barbarie más absoluta. Los militares armados y en postura de
vigilancia en la plaza de acceso fue la imagen que se me quedó en la retina y que traje conmigo a mi regreso a Buenos Aires.
Hoy
desayuno con la noticia de un intento de ataque repelido por el ejército. Tengo que contener las ganas de llorar. Quería convencerme de que era una
exageración, una cuota de paranoia; pero no.
Es real... incomprensible pero tan tristemente real...
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