viernes, 3 de febrero de 2017




     Hace menos de un mes visité el Louvre y, como reseñé por entonces, la sensación más vívida que se me quedó en la piel fue la dolorosa posibilidad de que el Museo se convirtiera en víctima de la barbarie más absoluta.  Los militares armados y en postura de vigilancia en la plaza de acceso fue la imagen que se me quedó en la retina y que traje conmigo a mi regreso a Buenos Aires.























     Hoy desayuno con la noticia de un intento de ataque repelido por el ejército.  Tengo que contener las ganas de llorar.   Quería convencerme de que era una exageración, una cuota de paranoia; pero no.  Es real...  incomprensible pero tan tristemente real...









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