viernes, 24 de febrero de 2017


Rollos de cocina – bitácora de problemas

     El plan inicial de hacer dos esculturas de papel sobre rollos de cocina que representaran bailarinas de burlesque que pudieran colgarse  y exponerlas suspendidas en el aire era en teoría un plan viable.  El diseño y el montaje inicial no fue complejo, pero trabajar sobre ellas sin tener punto de base  es harina de otro costal.

     Mientras la cartapesta está húmeda si la apoyo se aplasta y deforma, si pinto no puedo cubrir los 360 grados que la figura tiene porque no tengo como moverme alrededor; si pinto el frente y espero que seque cuando voy por detrás no coinciden las líneas ni el color y tengo que modificar y repintar todo, para después –seca esa parte- comprobar que el otro lado, de vuelta,  no coincide. 

        Y después está el enfoque general, el punto de mira.  En el constante bamboleo se pierde la simetría y el ángulo de visión ideal (ese que se supone tendrá el espectador cuando se la exhiba terminada y quieta) es imposible de determinar. 

     He debido recurrir al soporte de cuelgue de una maceta y a un perchero infantil (arreados a mi cocina, santuario donde enfrento las dificultades de la vida) para poder trabajar precariamente sin tener que apoyarlas por completo.  ¿Cómodo?  Ni por casualidad.  ¿Soluciona el problema?  No.









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