miércoles, 8 de febrero de 2017





     No me gustan los slogans.  No los creo.  Me disgusta la pose de pancarta, el vivir a panfletos seudo-reivindicatorios.  Soy una artista mujer que pinta mayoritariamente mujeres desnudas.  Las pinto, las expongo, desarrollo mi obra sobre el desnudo.  No necesito ir a una marcha a quitarme el corpiño para -un rato un día- hacer manifiesto feminista; trato de que en cada acción de mi vida quede manifiesto que la igualdad de género es un hecho indiscutible y consumado. 






     ¿Qué la manifestación pública es importante?  Puede ser, supongo que dialécticamente se puede argumentar a favor.  Pero ir a reclamarle a quién sea (el gobierno, el parlamento, un colectivo puntual) que me “otorgue” un derecho implica reconocerle a ese otro un poder superior al mío.  Y si a mérito de la asumida igualdad ese derecho YA LO TENEMOS, a ejercerlo sin pedir permiso ni disculparse.  Sin tanto circo. 




































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