No me
gustan los slogans. No los creo. Me disgusta la pose de pancarta, el vivir a
panfletos seudo-reivindicatorios. Soy una
artista mujer que pinta mayoritariamente mujeres desnudas. Las pinto, las expongo, desarrollo mi obra
sobre el desnudo. No necesito ir a una
marcha a quitarme el corpiño para -un rato un día- hacer manifiesto feminista; trato de que en cada acción de mi vida quede manifiesto que la igualdad de
género es un hecho indiscutible y consumado.
¿Qué la manifestación pública es importante? Puede ser, supongo que dialécticamente se
puede argumentar a favor. Pero ir a
reclamarle a quién sea (el gobierno, el parlamento, un colectivo puntual) que
me “otorgue” un derecho implica reconocerle a ese otro un poder superior al mío. Y si a mérito de la asumida igualdad ese
derecho YA LO TENEMOS, a ejercerlo
sin pedir permiso ni disculparse. Sin tanto
circo.
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