Hay
días, como hoy, que esa sensación incómoda de la lástima me alcanza. Desde muy joven supe que la lástima hiere a
quién la siente y ofende al receptor.
Nadie, en su sano juicio, quiere
ser “digno” de lástima. Aun en el dolor y en la caída puede
mantenerse la dignidad. He luchado
siempre contra ella, bregando por no ser su objeto ni por someterme a su
arbitrario dominio. Con los años he
logrado reemplazarla por la ayuda concreta y al abrazo reconfortante, por hacer
para recomponer lo roto o para construir de nuevo. Hacer, no perderme en el lamento inútil.
Pero
hoy me tomó a traición. El hombre
siempre me hizo sospechar que no jugaba del todo limpio, y su compañera, más
abiertamente rastrera, nunca disimuló que su juego era aprovecharse de cualquier ventaja. Esa clase de personas que tras un discurso de
honestidad agarran lo que venga y no guardan lealtad más que a su
conveniencia. Claro que son mayoría, uno
está acostumbrado a que muchísima gente con la que se trata a diario sea así:
aprovechada, oportunista, de nula confiabilidad. Pero él hoy se quebró: había sufrido un
infarto hacía poco más de un mes y desde su recuperación la violencia lo había
alcanzado y maltrataba a su compañera en reacciones incontrolables. Ella confirmaba mientras las lágrimas se le
derramaban de los ojos silenciosamente. ¿Por
qué me lo contaban? Porque la gente necesita
hablar y a mi me sale escuchar.
No había nada que yo pudiera hacer y repliqué lo lógico: que consultaran
con su médico, que quizá fuera consecuencia de la nueva medicación para el
corazón. Después atendimos nuestros
asuntos y se fueron. Pero ese quiebre,
esas lágrimas me causaron una profunda lástima.
¿Qué fue? ¿Qué descubrieran su debilidad tras la pose de ventajismo
habitual? ¿La conciencia de fragilidad
de la vida, que se nos puede desbaratar en un segundo? ¿O fue el auténtico dolor de él, que se
colaba en su reconocimiento de violencia hacia su compañera, y la resignada
sumisión de esa mujer tan desagradable?
No sé. Me causaron lástima, de
esa que aparece cuando uno no puede hacer otra cosa que sentir lástima.
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