martes, 14 de febrero de 2017


Rollos de cocina: la saga (Dedicado a quienes me acusan de no tener “un plan”)

    A mediados de enero, estando fuera del país, surgió la posibilidad de participar en una feria de dos días, en abril, en el Hipódromo de Palermo, dentro de un evento de presentación y catación de vinos.  Postulé mi participación (la que supongo rechazada porque hasta hoy no he obtenido ninguna respuesta), en la intención de exhibir dos obras de Burlesque (Janet y Le Cirque) y la pequeña escultura de papel de la bailarina (mi rollo de cocina) que había dejado a medio hacer al salir de viaje y en la que sigo trabajando.  Imaginaba que en un metro y medio de pared esas dos obras (enmarcadas para la ocasión) con la escultura en el medio, sobre un pie de acrílico, podían lucir coloridas y amables a un espectador que pasea degustando un tinto generoso y largo en boca.




     Frustrada esa fantasía (al menos, insisto, hasta ahora no he tenido aviso alguno de que se me aceptara), surge hace unos días la de participar en otra feria a fines de agosto. Con más tiempo y siendo una feria mas grande (en el predio de La Rural), postulé planeando llevar mas obras.  Ahí se me vino a la cabeza que podría agregar al sector de Burlesque dos esculturas más, otros dos rollos de cocina convertidos en bailarinas de vaudeville.  En mi mente ví dos obras en pared, en el medio la bailarina de pie invitando al burlesque y a los dos lados de las obras, completando una trilogía de esculturas de papel, dos bailarinas colgando del techo.






     O.K., dentro de mi cabeza, como encuadre luce muy simpático, pero en la realidad ya es harina de otro costal. ¿Qué se puede colgar del techo?  Investigo en mi material de archivo (soy un auténtico ratón de biblioteca que compila, organiza y ficha todo) y encuentro sustento a mi disparate.  Una bailarina simulando una marioneta, con hilos sujetando brazos y pies en una postura desmadejada, mucha pierna, mucho brazo; y otra a guisa de trapecista colgada de un aro haciendo piruetas.  Esbozo la posturas muy por arriba y, como no soy una persona psíquicamente normal, encuentro realizable este despropósito.  Así que agarro otros dos rollos de cartón de papel de cocina, los recorto a lo que yo entiendo son corsets y me dispongo a iniciar mis dos bailarinas colgantes.











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