En
diciembre arranqué con la intención de convertir los rollos de cartón del papel
de cocina en pequeños corsets, provocada por la variedad de ellos que se me
saltaban a la cara desde la página de inicio de Pinterest. Era un mero capricho
personal, reproducir en cartón y papel esas bellezas que nunca podré ni comprar
ni ponerme. De ahí a hacer toda una
figura con el corset puesto hubo menos de un paso y entonces el proyecto fue
hacer unas pequeñas esculturas de papel con base en rollos de cartón de damas
con atuendos de burlesque. Así se
empieza.
Ya
entusiasmada en el juego me puse como regla trabajar con el papel mache a modo
de arcilla, para lograr dar a la figura la mayor exactitud estética. Pero como se hacía difícil, primero
estructure con papel y algo de tela, cubrí con enduido plástico y ya a punto de
viajar, me dije: a la vuelta preparo pasta de papel muy finita y trato de actuar
como un escultor de verdad.
Pero tras casi un mes fuera, a mi regreso lo único que
quería era pintar, así que me lancé sobre mi muñequita de rollo de cocina
munida de pincel y pintura.
Ahora que me calmé un poco comprendo que necesito
volumen, proporción y prolijidad: la cara es un espanto (¡tan chata!), manos y brazos son
desastrosos, y las piernas ni las empecé a vislumbrar. ¿Y que pensamos hacer con los pies? O termina todo en el tacho de basura o
retorno al principio y asumo que la escultura no sólo es mi asignatura
pendiente sino también aquella para la que carezco de todo talento natural.
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