miércoles, 12 de abril de 2017






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     ¿Qué libro nunca olvidaré?  Y, con mi memoria, ninguno; soy Funes en versión mujer.  En mi caso reformularía la pregunta en qué libro desconocido no pude evitar buscar

     He reseñado en tiempo real en este blog la búsqueda emprendida hace más de treinta años; el razonamiento de las pistas, todos los fracasos devenidos en gratos descubrimientos y el fortuito y milagroso reencuentro del año pasado.  Lo resumo. 

     A mis diez o doce años, mi casa de la infancia estaba siempre entre remiendos y mejoras con albañiles dando vueltas por ahí.  El galponcito del patio servía de vestuario de los eventuales trabajadores, y ahí uno de ellos olvidó un librito, sin tapa y sin las primeras y últimas páginas.  No sé si ese obrero seguía viniendo a casa o no, o si se había percatado de su pérdida, lo cierto es que apenas encontré el librito me lo apropié sin culpa. Y leí cuatro historias breves (la primera sin principio, la última sin final) donde era el asesino quién contaba el cuento.  Fue mi iniciación en los policiales.  Lamentablemente, no se consignaban en sus páginas ni autor ni título de la obra.  Y por aquellos años no había internet -ni la sospecha de que semejante portento existiera alguna vez- por lo que no pude entonces subsanar esa omisión.

    Leí tantas veces ese librito roto por aquellos años que podía casi recitarlo literalmente de memoria.  Después, cuando yo andaba por la escuela secundaria y había sucumbido a los poetas decadentistas franceses, el librito se traspapeló y acabó desapareciendo bajo la sospecha de que mi mamá lo tiró a la basura.





     Ya en mi vida universitaria y con la excusa de viajar diariamente a la Capital y a las adyacencias de la Av. Corrientes y sus librerías de usado, empecé una obstinada búsqueda de mi librito perdido de autor y título desconocidos.  En mi lógica, empecé a comprar y leer autores de policiales ingleses, convencida de que reconocería el estilo y desde ahí afinar la búsqueda.  Yo recordaba los nombres de los personajes, los escenarios ingleses donde sucedían las historias, me parecía bastante sensato mi criterio de atribución de autoría. Después me desbandé, y universalicé mi parámetro de autor. En mi cruzada por ese reencuentro acabé disfrutando de todo tipo de literatura, que una cosa siempre lleva a otra y como prolija borgeana tengo por consigna que cualquier autor que haya citado el Maestro debe ser leído.  Y como de Borges luego desarrollé una profunda afición a Eco, fui conformando mi biblioteca personal en esas tres vertientes: la literaria, la semiótica y la policial. 

     El año pasado cayó en mis manos un ensayo sobre el cuento policial argentino.  Lo compré más para releer los relatos que incluía de Bioy (aunque ya los tenía en otras ediciones) que por la esperanza de nuevas pistas en la búsqueda de mi Santo Grial.  Y ahí apareció la mención de Abel Mateo.  Ahora sí está Google y al investigar a este autor que no registraba mi radar obtuve una página de El Asesino Enamorado.  ¡Era mi librito perdido!  Finalmente, casi treinta y cinco años después, había descubierto el autor y el título de mi libro perdido: El Asesino cuenta el cuento





     Después siguió otra búsqueda, Mercado Libre por medio, y a fines de julio de 2016 mi libro regresó a mis manos.  Era la misma edición, con una encuadernación que tiende a desprender los librillos de inicio y final juntamente con las tapas.  Releerlo fue maravilloso.  Y cuando lo puse en mi biblioteca, con toda la ceremonia que correspondía al caso, comprendí la gran cantidad de ejemplares de novelas, cuentos y ensayos policiales que pueblan mis estantes como consecuencia directa de la búsqueda de este librito. Tal vez era necesario que lo perdiera, para que él pudiera provocarme el disfrute de la cacería de libros hasta que en el tiempo debido nos volviéramos a encontrar.


     Cierto, ahora que lo reencontré extraño la caza, aunque la costumbre de hurgar en las librerías ya se me convirtió (¡afortunadamente!) en un trastorno obsesivo compulsivo que no permitiré que ninguna terapia cure.












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