Hay más
de una manera de hacer las cosas. O, por
lo menos, dos: hacerla o no hacerla (mientras
se habla y habla de cómo hacerla sin concretar nunca nada). Seguramente estará incluida en la ideal
declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (junto con el de contradecirse y el de irse, Baudelaire dixit) la inalienable elección individual de vivir
como se nos viene en gana.
Por
supuesto que entiendo que los preclaros e infalibles consejeros que nos reiteran
lo mal que estamos haciendo las cosas lo hacen magnánimamente por nuestro bien,
que tratan de salvarnos de nuestra obcecada estupidez mientras nos iluminan
generosos el camino debido. Creo en las
buenas intenciones de todo el mundo, pero recuerdo al Dante y sospecho que eso conduce directo al infierno. Perdón, pero de momento tengo interés de ir
hacia otro lado. “¿A dónde vas?” le
pregunta el padre a Remy, después de
explicarle que así son las cosas y no se puede cambiar el destino. “Con suerte, hacia adelante…”
contesta la adorable ratita chef de Ratatouille. Hacia adelante.
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