lunes, 6 de noviembre de 2017


Como ganar enemigos (diciendo lo que se piensa)







   
 
     Nos cansan (a mí, puntualmente, me cansan) los que pretenden usar al arte como pancarta oportunista para el ejercicio de  politiquería mediocre, barata y artera.  El arte como “emergente del cambio social”, como “herramienta de protesta contra el sistema”, como “bastión de resistencia” a lo que sea.  Estupideces.  El arte –el arte de verdad- empieza y termina en sí mismo.  No niego que constituya un símbolo comunicacional que plasme la realidad del tiempo y lugar dónde se desarrolla, pero el “arte” no se hace en una marcha, en un corte de calles en hora pico, en una movida política donde lo único que se busca es el beneficio del poder para unos pocos (que suelen ser siempre los mismos).

      El arte no es el medio para nada, es un fin, un destino, un universo en sí mismo.  Y si de algo no necesita el arte es de la política y sus habituales y rastreros esbirros.
 
 
 
 

     Pululan por estos días un montón de supuestos “creadores” clamando por no sé qué recursos (un puesto, un sueldo, un subsidio económico para desarrollar lo que sea), “exigiendo” que el Estado (o sea, todos los ciudadanos con sus impuestos) sostenga su supuesta “acción creativa” –cuando no inexistente generalmente mediocre-, al grito de que es su “derecho” de que se le solvente la vida... y de por vida, con jubilación garantizada.

     Personalmente, nunca he pedido ni aceptado ni pediré ni aceptaré que nadie aparte de mí misma  ponga una moneda para el desarrollo de mi obra.  Es mi obra, mi visión, mi riesgo.  Trabajo de lo que sea (mucho, desde siempre) y en la medida que puedo me las arreglo sola.  ¡Qué nivel de arrogancia hay que tener para pensar que todos los ciudadanos (que no nos conocen, que probablemente no le interesemos en lo absoluto, que seguramente considerarán patético e inservible lo que hacemos) deben pagarnos nuestro capricho de dedicarnos a algo tan inútil como el arte! Arrogancia absoluta.  En la casa de mi infancia dirían una sinvergüenzura total.
 
 
 



     Pero somos testigos de un montón de personas exigiendo que se les pague para hacer eso que hacen, en lo que evidentemente no tienen demasiada fe ya que pretenden que otro les ponga el dinero para hacerlo.  Creo que el Estado (los impuestos que pagamos) debe tener una lista de prioridades para su aplicación, y que los divagues chapuceros de la excesiva cantidad de personas que hoy se autoproclaman "artistas" no figurarán en los primeros lugares de esa lista.  Si me apuran, creo que no deberían figurar en absoluto.
 
 
 
  
 
 

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