martes, 7 de noviembre de 2017








     Podría seguir ganándome enemigos con una facilidad pasmosa.  Me bastaría citar que actualmente el Ministerio de Cultura, a través del Fondo Nacional de las Artes (nótese: de-las-ar-tes) tiene un programa titulado “Arte y transformación social” (http://fnartes.gob.ar/arte-y-transformacion-social/). 

     El arte no es un medio, insisto; no es la herramienta para transformar nada.  El arte es un fin en sí mismo y es tamaña su inmensidad que pretender cualquier otra cosa es no entender nada.  Y lo ÚNICO capaz de producir la transformación social es la EDUCACIÓNEDUCACIÓN.  Una educación que aspire siempre a superarse, que tienda a la excelencia; una educación universalista, multifacética, que propenda hacia el todo y más.  Una educación que, entre millones de otras áreas, aproxime al arte, pero como una especialidad entre tantas otras que también merecen atención y profundización.  Porque sólo la educación permite a una sociedad transformarse, desarrollarse, progresar y potenciarse hacia su máximo.  Nada digo si el Ministerio de Cultura gasta todo su presupuesto en planes de EDUCACION y transformación social.  Pero “arte y transformación”…  Palabrerío hueco y politiquería barata.





















  "El artista como emprendedor socio-cultural”, dice el video institucional (http://fnartes.gob.ar/videos/arte-y-transformacion-social-2017/).   NO, NO y NO.  El artista es artista y el emprendedor socio-cultural es, definitivamente, otra cosa.  Supondría que el Fondo Nacional de las Artes (nótese nuevamente: de-las-ar-tes) entendería la diferencia.  

     Y después, claro, se mezcla todo: el circo, la violencia doméstica (que al parecer se combate bailando), la “estética de la dignidad” (¿qué tendrá que ver?,  la dignidad es un derecho inalienable, la estética una disciplina intelectual posterior y consecuente a la educación),  y a que lo que los chicos no obtienen “ni en la escuela ni en la casa” (¡!) lo obtienen en el arte y que de éste resulta una base de formación  laboral (¿?).






  


       Resulta evidente que todo lo que atribuyen al arte en este programa es lo que en la realidad real le corresponde a la educación.  Podrían pasar perfectamente este programa al área del ministerio correspondiente y dejar al arte en paz, que, insisto y seguiré insistiendo mientras usen su nombre en vano, ES OTRA COSA.






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