martes, 12 de diciembre de 2017







     Siempre estamos hablando de las mismas cosas.  O, por lo menos, siempre tendemos a decir lo mismo sobre ellas.  Será porque estamos condicionados por nuestro lugar y nuestra cultura, determinados por nuestra historia personal y limitados por el tiempo en que nos tocó vivir.   O no.  Me han dicho que estamos destinados a la evolución permanente.  O no (conozco a varias personas que, sin lugar a duda, han involucionado delante de mis ojos).

     Lo cierto es que mientras tomo velocidad y entusiasmo en la obra en la que trabajo, supuestamente para postularla a la convocatoria del BID y concretamente porque estoy abusando de todo lo que me divierte, justifico mi ausencia a un compromiso argumentando mi necesidad de no desatender al hilo conductor que motiva lo que estoy haciendo.  Si bien mi anfitriona no me pone en evidencia frente a otros, después me manda por mail un reto diciéndome que trate de ser más original en mis mentiras.  “Quédate tranquila. No vas a perder el ´hilo conductor´ de una idea que venís repitiendo en los últimos diez años”, me reprocha, mientras me adjunta el recorte de una crítica de Resabio de Conquista que refiere exactamente lo mismo que, presuntamente, estoy tratando de elaborar conceptualmente con la obra que tengo entre manos.


     OK.  Me someto ante la evidencia.  Pertenezco al grupo que no evoluciona demasiado…






























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