No sé cómo pasó esto. Ni yo puse a la obra en venta por una casa
de subastas ni tampoco lo hizo un eventual “propietario”,
ya que París sigue en casa, colgada en la pared del distribuidor que
da a mi biblioteca. Estoy segura de eso,
la veo a diario.
Pero
como es habitual, aparte de cierta curiosidad, el ver una de mis obras enredada
en la web en asuntos de los que no tengo ni idea ni control lejos de molestarme
me halaga. Cada obra tiene un destino
propio, ajeno a mí. Y Paris
ha logrado despertar el interés de vaya uno a saber quién al punto de incluirla
en esta plataforma propia de un mercado secundario al que ni por casualidad pertenezco.
Y me
confirma que pequeñito se ha vuelto el mundo post internet: la casa de subastas, Barnebys,
parece estar emplazada en Estocolmo, Suecia.
¿Cómo llegó Paris hasta ahí? Quién sabe…,
pero mientras siga en la pared -mirándome desdeñosa cada mañana- no me preocupo
demasiado por ello.
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