jueves, 7 de diciembre de 2017








          No sé cómo pasó esto.  Ni yo puse a la obra en venta por una casa de subastas ni tampoco lo hizo un eventual “propietario”, ya que París sigue en casa, colgada en la pared del distribuidor que da a mi biblioteca.  Estoy segura de eso, la veo a diario. 

 
     Pero como es habitual, aparte de cierta curiosidad, el ver una de mis obras enredada en la web en asuntos de los que no tengo ni idea ni control lejos de molestarme me halaga.  Cada obra tiene un destino propio, ajeno a mí.  Y Paris ha logrado despertar el interés de vaya uno a saber quién al punto de incluirla en esta plataforma propia de un mercado secundario al que ni por casualidad pertenezco.
 

     Y me confirma que pequeñito se ha vuelto el mundo post internet: la casa de subastas, Barnebys, parece estar emplazada en Estocolmo, Suecia.  ¿Cómo llegó Paris hasta ahí?  Quién sabe…, pero mientras siga en la pared -mirándome desdeñosa cada mañana- no me preocupo demasiado por ello.
































































 

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