jueves, 11 de enero de 2018










   


  Demasiado tiempo libre (y concreto aburrimiento) predispone al análisis frío y práctico, análisis que en la vorágine habitual es sustituido por la rápida elección  de un ta-te-ti a la buena de dios.  Por eso, en estos lentos días, las diversas propuestas que tengo en carpeta pasan por el cedazo de la excesiva contemplación.  Y nadie sale ganado con eso.

     Puede que motivada por el entorno la pregunta directriz que me rige es ¿quién gana más con esto?  Y bajo esa luz ninguna propuesta responde que quién más se beneficie sea el artista.  Casi todas las propuestas que de momento han llegado a mi mail implican el previo pago de derecho, arancel u honorario al organizador, curador, o art-dealer de turno.  Todas son a costa del artista.  Y el beneficio real de “difusión” o “posicionamiento en el mercado” o de “potenciales ventas” es tirando a nulo.  No digo que imposible pero sí muy poco probable.  Y habla la voz de la experiencia: puro trabajo de campo durante más de treinta años.









     Reconozco que las ferias de arte son muy interesantes en cuanto a la cantidad de público que se concentra en pocos días.  Acercar la obra face to face a una gran cantidad de gente, en su mayoría interesada por el arte.  Pero a igual que mucho público, también  participan muchos artistas y muchísima obra; ecuación: que una obra en particular, solita con su alma sin ningún plus de difusión específica y personalizada, sin el artista haciendo circo al lado de ella,  es poco probable que destaque como para hacer la diferencia.  Puede pasar, puede que justo dé con su espectador ideal, pero es una chance muy baja.  En ese entendimiento, el costo para el artista debería ser bajo ya que no tiene grandes expectativas de que su participación genere diferencias.  Pero no es así.  Para el artista es muy caro.  Pareciera que el organizador pretende que un solo artista cubra el costo de todo su stand, al que llevará obra de veinte artistas promedio y a ninguno dará especial tratamiento.  ¿Quién gana ahí?  La cuenta es simple: no el artista.  El organizador obtiene un paseo gratis más el honorario por su tiempo:  todo pago para irse unos días a la linda ciudad anfitriona donde su mayor sacrificio será estar de pie los dos o tres días que dure el evento.   Si, claro, está el traslado de la obra, lidiar con las aduanas y colgar en el espacio.  Pero ese trabajo (¿no es ese su trabajo?) está sobradamente bien pago. 

     Ferias: todas muy caras para tomarse la molestia de considerarlas en serio.  Al menos hoy.










     Después hay un par de certámenes internacionales dónde debe abonarse un derecho para participar en la competencia, para que la obra ingrese en consideración de los jurados.  ¿Cuál es el premio?  La difusión virtual en diversos sitios o publicaciones web del organizador.  Promesas de ser puestos ante la mirada de los popes del mercado, ser vistos por quienes deben vernos para así ser vistos por todos los demás.  Uno sabe que eso no es cierto, pero a veces se deja ganar por la fantasía del cuento de hadas.  Sólo que en estos días estoy un poco malhumorada por no pintar y me cuesta dejarme engañar.  

     Certámenes pagos: no por hoy, muchas gracias.








     Galerías y art-dealer que ofrecen representación para el posicionamiento de la obra.  Algo así como presentarlo a uno en sociedad.  ¿En serio?  ¿Alguna vez he podido tomar esto en serio?  Supongo que “puede” haber algo de buena voluntad en alguien, la ingenua convicción de que semejante cosa es posible.  Pero las galerías sólo buscan dinero fresco para pagar el alquiler otro mes y evitar que le corten  la luz (al menos, la mayoría de las galerías que conozco) y los art-dealer son “emprendedores” que sin invertir en nada físico pretende vender un servicio de enlace  donde todos  los que participan del juego le cobran al artista.  De nuevo, puede ser que en un millón salga una oportunidad  real, un contacto que sí sirva al artista.  Pero las estadísticas juegan en contra y lo único comprobable es que toda esta gente vive de los artistas.  Y hoy no me da la gana mantener a nadie más. 

     Propuestas de representación: muy amables, pero declino la oferta.  Hoy hablo de mí en primera persona.












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