martes, 23 de enero de 2018




























      Había prometido  ayudar a una amiga, en estos últimos días de vacaciones, a redondear una ponencia teórica para una presentación con fecha límite el primero de febrero.  Hemos colaborado con anterioridad y se nos da  fácil trabajar en equipo.  O se nos daba.  Esta vez ella tomó como eje de análisis la evolución del arte conceptual en lo que va del milenio y tarde recordamos que ese tema y yo somos incompatibles.

    Leal a mi compromiso, me propuse como mera correctora gramatical.  Pero ya sabemos que las restricciones sólo sirven para tentarme a violarlas.  Escogiendo material para ilustrar los argumentos no pude evitar la opinión:

-Porquerías.-  Ni se dignó a mirarme.  Seguí calificando: -Basura…, Basura…, Basura…–fui tildando foto a foto. Ahí sí me miró con cara de “no empecés”.  Tuve que argumentar: -No es arte conceptual, es oportunismo.  Oportunidad de usar la ignorancia ajena para llamar “arte” a lo que es el mero amontonamiento de cosas bajo un título arrogante. Y como la ignorancia da inseguridad, ningún espectador de esta pavada se atreve a decir en voz alta: ¡Basura!










     Recuperamos el debate de siempre: que yo no entiendo, que mido con una vara inadecuada; que el arte conceptual se centra en el discurso, en la provocación intelectual del espectador.  Que es otro lenguaje, otro código simbólico, otro tiempo y distinta aspiración de trascendencia.  No discuto eso, pero la mayoría de lo que se hace hoy no alcanza siquiera el rango de garabato de símbolo de aprendiz sin talento.  Es nada.  Oportunismo.  Lo fácil, lo que sea que esté a mano, sin respeto, sin pudor.  Cualquier cosa.   Literalmente: cualquier cosa.  Y si lo único que importa es el “concepto”, el discurso, el relato, bueno, escríbanlo en un cartel y no lo llamen “arte”.  Sólo concepto.  Sólo palabrerío.  Dejen al “arte” fuera de este juego de egos,  especulación y trampa.

     No me hace caso, y tratándome con odiosa condescendencia me pide que elija al menos las imágenes “más bonitas”, las fotografías más estéticas.  A ella tampoco le gusta el “arte conceptual” pero jamás lo diría en voz alta.  Es su negocio, no el mío.  El arte conceptual es de bajo costo, rápida ejecución y práctica y desaprensiva destrucción,  combinación  perfecta para los que se dedican a hacer dinero.  Porque los únicos que no forman parte del mercado del arte actual son los artistas (y el arte).















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