Debería estar en otro lugar (con sol, con mar, con mucha
luz), pero no pudo ser. Quedé varada
porque la vida -como siempre- decide por encima de mi voluntad
y lo que es es y lo que debe ser será.
Jamás deberían hacerse planes, no esperar y no creer; sólo dejar que sea
lo que el destino traza a su capricho y que nos arrastren como hoja seca al
viento. Lo que sea.
Hace demasiado frío y lo nublado amenaza metérseme en las venas. Pero me revelo y me consiento: si el mundo se
derrumba todavía nos queda la tinta (la
tinta de verdad, a la antigua, con olor a tinta) y jugar con ella contrarresta cualquier pesadilla. Por un rato dejo la realidad del otro lado de
la puerta. No molestar .
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