Aunque
contradiga mis más profundas antipatías, debo reconocer que (a veces) un crítico de arte puede ser
tan certero que no me queda más que aplaudir sus palabras. Este es el caso. " El
arte sólo sirve al arte." Exactamente.
Hubertus
von Amelunxen, crítico de arte
“Si
el arte sirve para algo, ya no lo es”
Nunca tantos vieron tanto arte ¿Es tan bueno para el
arte como para ellos?
La
afirmación que usted hace es correcta: los museos nunca tuvieron tantos
visitantes. Y nos alegramos.
Estupendo.
Dicho
lo cual, debo añadir que mi equipo ha investigado y descubierto que la media de
cada visitante ante las grandes obras de arte hoy es de ocho segundos.
¿Eso es malo?
Bueno,
también es lo que solemos detenernos de media ante un anuncio en el metro.
Supongo que un Rembrandt merece algo más que un
vistazo.
Y
esa estadística para los museos hay dos modos de tomársela: o te sumas a la
corriente, como el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMa) y dejas que todo
el mundo se haga selfies en todos los rincones. O enseñas a mirar un cuadro y
no sólo a verlo.
En su universidad, además, hacen terapia con el
arte.
Son
cuestiones diferentes. El arte puede ser terapéutico, claro. Porque si es arte,
cambia el modo de ver el mundo de quien lo entiende. Pero es importante
aprender que lo que hace el artista, porque si en verdad es arte, no tiene que
ver con los museos, el mercado, las galerías...
¿Con qué tiene que ver?
Con
nada. El arte sólo sirve al arte. Si un ser humano desesperado encuentra en la
obra de otro consuelo e incluso curación; si le hace mejor persona, pues es una
de las más profundas vivencias de la experiencia humana. Pero no puedes pedir a
ningún artista que cure a nadie.
¿Por qué?
Hanna
Arendt lo explicó muy bien: “La obra de arte es el corazón de una sociedad,
pero si la creas para que lo sea, la destruyes”. Al arte no puedes asignarle
una función o una utilidad sin convertirlo en otra cosa.
¿Qué no es arte?
Por
ejemplo, Twitter no es literatura.
¿Por qué? ¿No podría llegar a serlo?
Sólo
cuando no sirva. Hoy es instrumental.
¿Quién decide qué es arte? ¿Usted?
Duchamp
fue el primero en crear una obra para un museo diciendo: “Usted que está
mirando esta obra de arte decide si lo es”.
Y era un urinario, ¿o una obra de arte?
Al
principio fue una provocación y el urinario se perdió. Después, para los museos
los urinarios ya dejaron de ser un problema: eran contenido después de todo. Y
podían exhibirse.
Pero no repetirse.
Exponer
otro urinario sólo hubiera sido una estupidez. Y un urinario.
¿Cuándo se emocionó usted por última vez ante una
obra de arte?
Hace
tres días. Y aún estoy emocionado. Un amigo me llevó a ver en Berlín un trabajo
de Ran Ortner.
¿Qué era?
Un
gran cuadro. Una enorme figuración del mar.
¿El mar? ¿Aún puede ser original?
Sí,
y mirarlo era descubrir que no habías visto nunca el mar antes.
¿Va usted a muchas bienales?
Cuantas
más hay, menos veo. Y ahora hay más de doscientas en todo el mundo.
¿Por qué?
Eso
me pregunto. Antes había tres o cuatro: yo sólo iba a algunas y a veces
descubría cosas. Ahora he ido a muchas más sin descubrir nada. No es que sea
malo que haya tantas bienales, pero ahora hay que saber elegir.
¿Por qué?
Bueno,
el arte se ha democratizado; que no quiere decir exactamente masificado. Y no
por eso tienes que ir contra la democracia. Simplemente hay que escoger.
¿Por qué hay tantos artistas?
Porque
no todos lo son.
¿Cómo saber quién lo es?
Mire,
si usted o cualquiera siente la necesidad de ser artista, no habrá nada en este
mundo que le impida serlo.
¿De esos hay pocos?
El
hecho de que produzcas cuadros, fotos, películas o lo que sea no te convierte
en artista. Los grandes, como Ran Ortner de quien le hablaba, son incapaces de
hacer otra cosa que no sea lo que hacen.
¿Y eso les da para comer o al menos para merendar?
La
verdad es que los buenos de verdad, los excepcionales, suelen despreocuparse de
eso, porque crear es todo lo que necesitan para sentirse vivos. Luego tienen
que comer, claro, pero sólo comen para seguir haciendo lo que les gusta, que es
arte.
¿Cómo enseñan terapia del arte?
Enseñamos
a ser críticos; esto es a apreciar las posibilidades de ser humano.
¿Eso se aprende?
Le
aseguro que sí, pero no estoy seguro de que se pueda enseñar, aunque he visto a
seres extraordinarios que lo han aprendido y después lo han compartido con
todos.
Dígame uno.
Francis
Bacon nos da esperanza porque vivió desesperado. Vaya a verlo y en cada ocasión
descubrirá algo nuevo –y no siempre agradable, pero siempre profundo– sobre si
mismo y sobre el ser humano.
En recuadro: Algo
más que pasear
Nunca
como hoy tantos humanos visitaron tantos museos, pero tampoco nunca antes se
les ha dedicado menos tiempo y reflexión a las obras en ellos exhibidas.
Acercar a los grandes artistas a la mayoría de las personas es un buen
principio, pero, advierte Amelunxen, quedará en paseo banal –ocho segundos por
cuadro es la media actual avisan los museólogos– si al darlo nos preocupa más
fotografiarnos con la obra que entenderla. Mejor quedarse en la piscina que
salir de un museo como si no hubieras entrado nunca en él. Es
decir, habiendo perdido el tiempo y
llenado las estadísticas. Porque si una obra de arte no cambia algo en ti, es
que o no era arte o no has sabido verla.
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