martes, 5 de enero de 2021

 





     Según explica Wikipedia y sus sucedáneos, “el diario de artista es un cuaderno personal de anotaciones y dibujos que sirve al artista para recoger ideas y pensamientos que surgen en el trabajo creativo del día a día. Es un recurso previo a la producción artística… muy libre… un tipo de brainstorming y de reflexión de nuestras ideas en el proceso diario de trabajo.” 

 

     Coincido en parte.  Usar un diario como espacio de reflexión va de suyo, uno escribe para obligarse a pensar más lento y de modo ordenado.  Cuando uno reseña está pasando en limpio la vorágine del día.  A veces surgen ideas o se aclaran proyectos.  A veces sólo es un compendio de quejas y frustraciones.  A veces la celebración privada de una buena racha.

 

     Discrepo en la definición de Wiki en cuanto confunde el diario con un cuaderno de apuntes o libro de bocetos, esos blocks donde uno garabatea y mide fuerzas.  También normal en la cotidianidad intima de un artista, pero objeto distinto al diario personal, a la bitácora del Capitán Kirk.  Y pasando de lo analógico a lo digital, mutamos cuaderno por blog.























 

     Hace un par de años, cuando ya llevaba varios con este blog a modo de Diario, alguien me insistió en estructurarlo como relato literario, escribir con la coherencia episódica que podía atraer a un lector ideal.  Algo que terminara con un gancho para comprometer a la próxima lectura.  Una realidad ficcionada para asegurar seguidores.  No me entendió entonces que, si la finalidad es introspectiva, un espacio tranquilo para definirse como artista, la ficción está fuera de toda consideración.

 

     Un poco más acá, volvimos a discutir el punto, pero limitando las entradas del blog exclusivamente a lo referente al proceso creativo.  Abrir una ventana a la cocina de las cosas, permitir que el foráneo a estas lides pueda espiar la cara oculta de la luna. Sin ficción, pero limitado.  Sin la distracción de esas otras vivencias desordenas y superfluas del artista, como los errores y los desaciertos, las exhibiciones decepcionantes, el gastadero de plata que significa intentar mostrar la obra.  Las deslealtades habituales del entorno, la constante soledad desamparada que viene como consecuencia inevitable con el empecinamiento en el arte.


 








     Tampoco pude negociar con eso.   Más que nada porque implicaba una concentración en decantar la data que vuelco en el blog que me parecía un esfuerzo inconcebible.  Es mi Diario de Artista, mi bitácora, mi forma de resumir mis días y confirmar que, pese a todo, sigo siendo yo haciendo lo que siempre he hecho.  Un Diario disperso y errático, excesivo a veces, emocionalmente desordenado, críptico y por ratos simplista.  Muy visual.  Priorizando la honestidad por sobre la estrategia.  Y por sobre todas las cosas, regido exclusivamente por mi capricho del día.  Mi blog.


















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