martes, 17 de julio de 2012

 
 
     “Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer, donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas. Ahora bien, conmigo se da el caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta semisatisfacción, que al poco tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y tengo que refugiarme desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de los placeres y también por necesidad por el camino de los dolores. Cuando he estado una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de los llamados días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan doloroso y de miseria, QUE AL DORMECINO DIOS DE LA SEMISATISFACCIÓN LE TIRARÍA A LA CARA SATISFECHA LA MOHOSA LIRA DE LA GRATITUD, Y MÁS ME GUSTA SENTIR DENTRO DE MI ARDER UN DOLOR VERDADERO Y ENDEMONIADO QUE ESTA CONFORTABLE TEMPERATURA DE ESTUFA.” 

 Hermann Hesse, El lobo estepario.



     Podríamos pintar bonitos cuadros que nadie objetara y que se colgaran a la vista de todo el mundo. Podríamos haber optado por escuchar consejos prácticos y aplicar las reglas del mercado hasta al ritmo de nuestra respiración. Podríamos estar menos enojadas por una nueva aclaración de “desnudos no”. Podríamos tantas cosas… Pero no. Mala suerte.

      Estoy demasiado vieja para dejar que me mandonee cualquier estúpido con ínfulas de “crítico” y que sólo quiere mantenerse dentro de los límites de lo socialmente aceptado y lo comercialmente comprobado. ¿Para qué correr riesgos? ¿Para qué contar otra historia si la mentira oficializada nos tiene a todos tan tranquilos? La temperatura de estufa está muy bien, ¿quién quiere el calor insoportable del infierno? Supongo que yo.




 
 
 
     ¿Qué tiene de "escandalosa" mi linda Caja Borgia?   Es una caja para habanos, trabajada con distintos materiales sobre madera y acabada con cristal líquido. En la tapa la rubia con la calavera es Lucrecia y la estampilla (cuyo original del año 1954 conmemora a San Pedro) refleja a su padre Rodrigo Borgia como Alejandro VI, tomado de la medalla conmemorativa de su papado. Es bonita y probablemente solo aquellos versados en historia vaticana capten el significado de las imágenes. Insisto: ¿que tiene de malo? Insisto otra vez: ¿y qué? Hoy estoy muy susceptible a las críticas idiotas.



 
 
 
 
 
 
 

1 comentario: