sábado, 7 de julio de 2012





























     Tratando de hacer un poco de lugar en mi taller encontré un par de artículos periodísticos que había guardado en el 2004.   En uno, de un suplemento cultural de La Nación, Lygia Fagundes Telles relata su último encuentro con Borges:

“El último encuentro con el escritor sin visión y lleno de visiones, aspiraciones y utopías ¿habrá sido en 1984? Creo que sí. Unos dos años antes de aquel viaje definitivo. Era el homenajeado en una importante cena también en San Pablo. (…) Me acerqué. Me reconoció por la voz. (…) Intercambiamos algunas palabras. E inesperadamente, hice la pregunta: ¿qué diría en carácter de despedida, o tal vez, de mensaje? Quería evitar la palabra mensaje y fue la única que me salió. Fijó en mí su mirada neblinosa y su cara amplia se distendió con una expresión iluminada: “¡El sueño!”, exclamó. “Creer en el sueño, entregarse al sueño porque sólo el sueño existe. El día en que mi amigo escritor dejó de soñar, se mató. No soportó la realidad y prefirió morirse mi querido…”. Un vaso se cayó por ahí cerca y la voz trémula se perdió en el estallido. (…) El nombre que perdí (y no perdí) con el estallido del cristal, después de tanto tiempo, tranquilamente me era devuelto. Horacio Quiroga, el soñador que entraba en los personajes de su propia ficción. Velado en la Sociedad Argentina de Escritores, sus cenizas son llevadas al Parque Rodó, en Salto. Entre los amigos presentes están Juan José Morosoli y Jorge Luis Borges.-“

     Y entre el desparramo de láminas inconclusas apoyadas en el piso porque no encuentro donde guardarlas, mis caballetes chuecos que amenazan derrumbarse si no los apoyó en algo estable, cajas con tubos y frascos de pinturas (secas) que piden un poco de control y paletas que por principio nunca limpio, sentada en un escalón rodeada de multitud de recortes y páginas arrancadas de revistas, fotos, dibujos y bocetos , todo eso que llamo mi “archivo” y que nunca sé donde ponerlo, a punto de gritar histérica que no se puede trabajar en semejante gallinero, encuentro esta revista y releo un artículo que entonces (hace ocho años) y ahora me recuerda la clave secreta de todo: seguir detrás de un sueño. Detrás de esa sinrazón que nos da la razón incuestionable de nuestra vida.


 
 
 
 
 

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