sábado, 14 de julio de 2012

 
 
 
 
     Estas obras, RETRATO EN CINEMASCOPE y RETRATO EN TECHNICOLOR , fueron de mis primeras obras personales, de composición y estética auténticamente mías. Recuerdo perfectamente el despectivo calificativo de "Son pósteres... no es arte.A los veinte años te duelen los pronunciamientos lapidarios de quienes buscás aprobación. Pero el dolor pasa –siempre- y la obra queda.
 
      O a veces queda, porque estos dos cuadros-pósteres no quedaron: les pinté encima años después. Uno de los retratos –no recuerdo cual- pasó a ser RUPESTRERIA I, obra que adoro y que conservo, con ese gato grande que me mira desde arriba y me dice con voz que intuyo gruesa y profunda: “¿Y vos que pensás hacer?”. 


 
 
 
     El otro tuvo varios amagues inconclusos y experimentos varios y finalmente se convirtió en PRISIONERA DEL CATESISMO, otra de las obras que disfruto personalmente cada día.



 
 
 
     ¿Por qué este canibalismo pictórico? ¿Esta autofagia de mi trabajo?

      La culpa la tienen los soportes. En mi adolescencia se revistió con placas de korlok el comedor diario de la casa familiar y quedaron como remanente cinco o seis placas de un metro veinte por ochenta. Unas placas maravillosas, fáciles de apoyar sobre el par de sillas superpuestas que usaba como caballete en mis inicios y factibles de colgar en la pared sin necesidad de enmarcar. En esa época yo era una artista del “subdesarrollo” y había que aprovecharlo todo. Después fuimos “tercer mundo”, falso primero en los noventa y hoy “emergentes”. Pero la realidad tras la denominación de moda es que usamos lo que hay a mano. El nuevo milenio y la “conciencia verde” permite ennoblecer el utilitarismo plástico con el salvataje del planeta y el reciclado. Pero sigue siendo mero pragmatismo.

      El Viejo Vizcacha decía que todo bicho que camina va a parar al asador, y toda superficie más o menos porosa va a parar a mi caballete. Hoy en día (“artista emergente de conciencia ecológicadiría un buen publicista o un crítico new age para tratar de insertarme en el mercado) puedo darme el permiso de comprar materiales “normales” para trabajar. Y aunque lo hago habitualmente nada se compara con agarrar algo destinado a la basura y jugar a hacer magia. A tener el toque de Midas.



 
 
 
     Esta es una de esas cajas para empanadas que usa el delivery domiciliario de El Noble Repulgue. Tras la cena de un viernes quedó con manchas de aceite de las empanadas de carne e iba directo al basurero. Y seguís acumulando porquerías…”   Capas de papel y cola la limpiaron, la volvieron mas rígida e incorporaron la máscara como estructura. Papel de color, lentejuelas y cintas y tengo una caramelera junto al televisor que encuentro bonita y sé única.

      El arte le puede cambiar el destino a las cosas y la vida a las personas. Puede sonar pretensioso pero es reconfortante sentir que algo tan banal y económicamente inútil como el arte (las “naderías del arte” decía Borges en ese poema indebidamente célebre) puede interactuar con el entorno y en una muy chiquita medida modificar el mundo: hacerlo estéticamente mas acogedor.


 
 
 
 
 
 
 
 

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