jueves, 19 de julio de 2012

 
 
 
     No es que me enfurezca sólo por otro condicionamiento más de “desnudos no”, que se traduce en mi actual imposibilidad de exhibir mi trabajo. Me subleva intelectualmente mi incapacidad de comprender qué pasó, dónde se hizo el click que me volvió totalmente inaccesibles los espacios de arte de Buenos Aires. No hace dos días que me dedico a esto. Ni es la primera vez que trato de exhibir. Ni que no sepa de qué va la cosa. Empecé hace siglos (de hecho, en el siglo pasado), mostrando mi trabajo en bares y confiterías. Hice todo el caminito y subí de a uno todos los peldaños que conforman el consabido “derecho de piso”. Llevo más de veinte años en esto. ¿En que momento me cambiaron las reglas y me dejaron al margen, sin chance siquiera de entender de qué va el juego? ¿Involucionó mi obra o se pacatizó el entorno? ¿Qué hice? ¿Qué pasó sin que me diera cuenta?



 
 
 
     Allá por 1990 arranqué en una confitería de la Provincia de Buenos Aires, en el Café París de Lomas de Zamora.   Antes de eso me había limitado a participar de concursos (con muy poco éxito) y salones colectivos. Pero a partir de La Muerte del Rey de Copas y de bancarme el recortarme en un estilo propio (que en mi entorno tuvo una muy despectiva acogida), me animé a mostrar lo mío solito, teniendo en claro que mi “diferencia” a lo por entonces aceptado requería que se la apreciara en conjunto pero en exclusiva.



 
 
 
     Salté a un bar en Capital, Confitería Safari (1991) en Scalabrini Ortiz y Santa Fe. Para exponer en las confiterías no te pedían el pago de ningún tipo de derecho o arancel (que no hubiera podido pagar entonces) pero sí entregar una obra en “donación”. Era la forma de empezar a mostrar.



 
 
 
 
     Después no sé bien como me propusieron la Sala de Exhibiciones que el Fondo Nacional de las Artes tenía en la Estación Congreso de la Línea A de los Subterráneos de Buenos Aires. Ahí fuí en 1993, ya con obras de Las Flores del Mal (o sea, mis primeros desnudos). Que yo recuerde, no tuve arancel ni forzada donación de obra a cambio del espacio del FNA. Ni ningún tipo de censura a mis chicas.



 
 
 
 
     La Galería de Arte Tokio (espacio privado) sí tuvo un costo para el espacio dentro de un evento con varios artistas. Valía la pena la inversión para acceder a un público más “conocedor” que el habitué de los bares. Chicas sin ropa y ningún problema en el 93 también.-



 
 
 
 
     Y cerré ese año en un bar antológico de Avenida Corrientes, el Café Pernambuco que ya no existe (hoy es una librería). Una obra en donación y ninguna historia con mis desnudeces varias.


 
 
 
 
     En 1994 participé en encuentros de Arte Joven en varias plazas y parques de la Ciudad de Buenos Aires. Mostrábamos durante el día colgando en estructuras de madera mientras músicos y bailarines copaban los escenarios. Público de todo tipo y ningún “escándalo” o conflicto por el tenor de mi trabajo. El intercambio con la gente era abierto y de verdad interesante. A la noche (pasada las doce) vendí dos obras en Parque Lezama. El segundo Rey de Copas (el primero ya lo había vendido) y Trampa.


 
 
 
 
 
 
     Para compensar tanta exhibición “popular” invertí en muestras más “elitistas”: una exhibición conjunta con otros artistas en Arbos Arte – Sala de la Actualidad (1994) donde te presentaba un crítico de arte que escribía en Actualidad. Tenías que pagar un arancel pero obtenías una crítica firmada. En esa época me decían que eso era “importante” para tu currículum.


 
 
 
 
     Y logré que me aceptaran para exponer en la pequeña sala del Diario del Viajero (también 1994). Un lugar bonito, con vidriera a la calle, que además te aseguraba la difusión con reproducción de las obras en el Diario de distribución gratuita. El precio ahí fue de vuelta una donación de obra. Durante esa muestra vendí La Espera, de la serie  Las Memorias de la Amante.


 
 
 
 
 
     “SOMOS TODO EL PASADO, SOMOS NUESTRA SANGRE, SOMOS LA GENTE QUE HEMOS VISTO MORIR, SOMOS LOS LIBROS QUE NOS HAN MEJORADO, SOMOS GRATAMENTE LOS OTROS.” 

 JORGE LUIS BORGES




 

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