lunes, 29 de octubre de 2012

MUSEO






     “Creo que en la escritura poética, como en la pintura o la música, el asunto es la retórica, ´lo que queda´, la poesía. Mi ilusión ha sido siempre ser más cada vez el poeta de ´lo que queda´, hasta llegar un día a no escribir. Escribir no es sino una preparación para no escribir, para el estado de gracia poético, intelectual o sensitivo. Ser uno poesía y no poeta."

Juan Ramón Jimenez, Cartas Literarias – Carta a Luis Cernuda Editorial Bruguera S.A: Barcelona 1977, página 59.-






     “No quiero decir que el gusto popular sea malo y todo lo que es desechado por el mal gusto sea bueno: lo que quiero decir es que las sobras son probablemente cosas feas, pero si trabajas un poco con ellas y las transformas en hermosas o al menos en interesantes, se despilfarra mucho menos. (…) Como puede verse, es un procedimiento operativo muy económico. Y es también el más divertido porque, como ya he dicho, las sobras son intrínsecamente divertidas. La vida en Nueva York brinda muchas ocasiones para querer lo que otros no quieren: para querer las sobras. (…) Sólo en dos casos hago una excepción a mi filosofía sobre el uso de las sobras: 1) mi perro y 2) la comida. Sé que debería haber ido a la perrera a buscar el perro, pero me lo he comprado. (…) Debo admitir también que no soporto comer sobras.-“ 

  Andy Warhol, La filosofía de Andy Warhol (1975) – Historia de la Fealdad a cargo de Umberto Eco, Random House Mondadori S.A. Barcelona 2007, pág. 418






“A un joven que, como muchos otros, le preguntó cuales eran las recetas del éxito, Dalí le respondió: “Debes ser un snob como yo… Para mi el esnobismo, sobre todo en la época del surrealismo, constituía una verdadera estrategia… Yo era el único en frecuentar la alta sociedad y en ser recibido por ella. Los demás surrealistas no conocían este ambiente y no eran aceptados en él. Ante ellos, siempre podía levantarme de pronto y decir: ´Estoy invitado a comer´, dejándoles suponer o prever (lo sabrían al día siguiente y era todavía mucho mejor que se enteraran por terceros), que se trataba de una invitación en casa de los Faucigny Lucinge o en la de personas que ellos consideraban como fruto prohibido, porque jamás eran invitados por ellas. Inmediatamente después, cuando llegaba a casa de gente tan distinguida, practicaba otro esnobismo todavía más astuto. Decía ´Les ruego que me disculpen, pero deberé retirarme después del café, pues tengo que ir a encontrarme con el grupo surrealista´, que les describía como un grupo aun más cerrado que el de la aristocracia y el de todas las gentes que ellos conocían; ya los surrealistas me enviaban cartas de insultos y opinaban que la gente de la buena sociedad era un hato de gilipollas que no sabían nada de nada. En ese momento, el esnobismo consistía en poder decir de improviso: ´Miren, tengo que irme a la Place Blanche donde hay una reunión muy importante del grupo surrealista´. Esto causaba gran efecto. Por un lado, tenía a las personas de la alta sociedad intrigadas de que yo pudiera ir a un sitio que a ellos les estaba vedado y, por el otro, traía de cabeza a los surrealistas. Yo, en cambio, iba siempre a los lugres a los que no podían ir ni unos ni otros. El esnobismo consiste en ir siempre a los sitios a donde los demás no tienen acceso, lo que crea en ellos un sentimiento de inferioridad. En todas las relaciones humanas existe una manera de dominar por completo la situación. Era mi política para con el surrealismo.”

(Diario de un Genio) – Robert Descharnes – Gilles Néret, Salvador Dalí – Benedikt Taschen 1990, pág. 113/114






     “…Así que un par de días más tarde, Billy Wilder se presentó en su despacho y le dijo: -Mister Goldwyn, creo que tengo algo para usted. Entonces Wilder lo aduló un poco, explicándole que se trataba de un personaje que sólo podría valorar alguien que no se dejara guiar demasiado por los gustos del público. -Pero usted- comentó Wilder-, usted hizo una película con el directo Leopold Stokovsky, debería de ser usted el hombre adecuado. Goldwyn miró a Wilder con recelo. -¿Cuál es el argumento? -Una película sobre la vida de Nijinsky. Goldwyn preguntó: -¿Quién es ese Nijinsky? Así que Wilder empezó a contarle que Nijinsky había sido el pobre hijo de un campesino que había soñado en convertirse en un gran bailarín. Y se convirtió en un gran bailarín, ya que nadie que estuviera por debajo de la categoría de Igor Stravinsky escribió para él música de ballet, y fue él quién creó la coreografía para la escenificación del Preludio a la siesta de un fauno de Debussy. -¿Y la historia? Wilder le contó cómo Diaghilev descubrió a aquel joven campesino, hermoso y fuerte, en la escuela de ballet. -¿Sabe usted quién es Diaghilev?-le preguntó Wilder a Goldwyn. -¡Ni idea!- dijo Goldwyn. Diaghilev era el mayor empresario del famoso ballet ruso, vio al joven y se enamoró inmediatamente de él. Goldwyn interrumpió a Wilder: -Por favor, dígame, ¿Diaghilev era una mujer?: Wilder contestó: -No, era un hombre. A esto repuso Goldwyn: -¿Qué clase de historia es ésta? ¿Dos hombres? ¿Dos maricas? ¡Cállese de una vez, Wilder! Wilder intentó explicarle que era mucho más que una historia de amor. Le explicó cómo Diaghilev convirtió a Nijinsky en la mayor estrella del ballet del mundo. Y cómo empezó la tragedia, cuando Nijinsky, durante una gira por Sudamérica se enamoró de una bailarina del grupo y se casó con ella en Buenos Aires. Cuando le llegó la noticia a Diaghilev, en San Petersburgo, se puso como loco. Cuando la compañía volvió, le hizo al bailarín una terrible escena y amenazó con destruirlo. Ahí empezó el declive de Nijinsky. Al final se volvió loco. Goldwyn lo interrumpió: -Un momento, un momento, hasta ahora tenemos a dos maricas, de los cuales uno además se vuelve loco, ¿y de esto quiere hacer una película? Tengo una mujer a la que quiero y a la que tengo que mantener y tengo un prestigio que no puedo perder. ¡Cállese de una vez Wilder! Wilder le rogó que le dejara continuar contando la historia. Un día, Nijinsky fue internado en el mejor sanatorio de Suiza y allí, llegó al convencimiento de que era un caballo. Desesperado, Goldwyn miró fijamente a Wilder: -¿Un caballo? -Sí- dijo Wilder-, un caballo. Por las mañanas, cuando abrían las celdas, salía al jardín y galopaba feliz por él. Al llegar aquí, a Goldwyn se le acabó la paciencia. -¡Un caballo que es marica y que galopa en el jardín! ¡Acabe usted con esta absurda historia! ¡Me está haciendo perder el tiempo! Wilder se levantó y salió. Mientras abandonaba el despacho le dijo a Goldwyn: -¡Está bien! Si quiere un happy end, míster Goldwyn, tengo una idea. Nijinsky, no sólo cree ser una caballo, sino que además gana el derby de Kentucky. Wilder vio cómo Goldwyn cogía un cenicero de su mesa y apuntaba hacia él. Tuvo el tiempo justo para cerrar la puerta a sus espaldas.” 

Billy Wilder con Hellmuth Karasek, Nadie es perfecto Ediciones Grijalbo S.A., Barcelona 1993, Pág. 100/102








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