“Mani, el fundador del maniqueísmo, un cristiano hereje que los mazdeos consideraban uno de ellos. El gran reproche que Mani le hacía a Jesús era precisamente no haber escrito. (…) ¡Ah, si Jesús hubiera escrito, decía Mani, en lugar de haber dejado esa tarea a otros! ¡Qué prestigio, qué autoridad, qué palabra indiscutible! Pero bueno, prefería hablar. El libro todavía no era lo que nosotros llamamos libro y Jesús no era Virgilio.”
Jean-Claude Carrière Nadie acabará con los libros (en colaboración con Umberto Eco) Ramdon House Mondadori S.A. Buenos Aires 2010 pág. 102.
“...Si bien yo no diría que el Evangelio de Marcos es falso, contiene una gran exageración. Y ofrecería menos por Mateo, y por Lucas y Juan, que me dieron palabras que nunca pronuncié y me describieron como apacible cuando estaba pálido de cólera. Sus palabras fueron escritas mucho después de que yo me hubiera ido, y sólo repiten lo que les dijeron los ancianos. Hombres muy ancianos. Es posible apoyarse en tales historias como en un arbusto que se libera de sus raíces y vuela en el viento.
De modo que yo brindaré mi propia versión. A quienes me pregunten cómo llegaron mis palabras a estas páginas, les diré que lo consideren un pequeño milagro. (Mi evangelio, después de todo, hablará de milagros.) No obstante, desearía ajustarme más a la verdad. Marcos, Mateo, Lucas y Juan buscaban incrementar su rebaño. (…) Algunos de los escribas sólo querían hablar a los judíos listos a seguirme después de mi muerte, y otros predicaban sólo a los gentiles que odiaban a los judíos pero que tenían fe en mí. Como cada uno aspiraba a fortalecer su propia Iglesia, ¿cómo era posible no dejar de mezclar lo que era verdad con lo que no lo era? (…) Lo que me resta decir no es ni una historia simple ni carente de sorpresa, pero es verdad, por lo menos en todo lo que recuerdo.”
Norman Mailer, El Evangelio según el Hijo, Emecé Editores S.A. Buenos Aires 2006, pag. 9/10.
“Jesús muere, muere, y ya va dejando la vida, cuando de pronto el cielo se abre de par en par por encima de su cabeza, y Dios aparece, vestido como estuvo en la barca, y su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi Hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y, trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios le sonreía, Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo. Luego se fue muriendo en medio de un sueño, estaba en Nazaret y oía que su padre le decía, encogiéndose de hombros y sonriendo también, Ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas.”
José Saramago, El Evangelio según Jesucristo, Santillana Ediciones Generales S.L. Madrid 2006, pág. 491/492
“Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, articulados en un solo organismo… Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira.”
Jorge Luis Borges, La Biblioteca total, Sur, Buenos Aires Año IX Nro. 59 Agosto 1939.
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