“Yo diría que barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura. (…) Yo diría que barroca es la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios. El barroquismo es intelectual y Bernard Shaw ha declarado que toda labor intelectual es humorística. (…) Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es su vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esa mínima parte del universo que es este libro. (…) No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar.”
Sólo imágenes, una superficie de imágenes. Así sentí cuando un arrebato propio de mi mal humor actual me llevó al revoleo en mi taller. El argumento racional era que quería acomodar para hacer espacio. La motivación física era que quería descargar la frustración tirando algo. La trampa anímica fue que si no podía pintar al menos podía mirar mi propio trabajo abandonado.
Las obras inconclusas son un tema para mí. Me ocupan un lugar necesario pero me retienen la voluntad y soy incapaz de tirarlas. Vuelvo sobre ellas para confirmar que sólo son imágenes, que no tienen el alma independizada de las obras que, terminadas, son libres de mí. ¿Estará mal que sólo sean eso? ¿Que sólo pretendan agradar, como dice Borges, y no cambiar el mundo? No van a quedar en los libros de historia del arte. No propenden a la inmortalidad.
Sólo son bonitas. Lindas e inofensivas. Y mágicas en cuanto pueden cambiar mi (mal) humor y recuperarme para la civilización. Tal vez el truco en todo (en el arte, en la vida) sea no tomarse nada tan en serio y definitivamente no pretender demasiado. Simplemente ser, aunque de modo inconcluso. Ser, lo que se pueda y hasta donde alcance, y punto.
“…Por consiguiente te encomiendo el castigo, Almirante Kuo-Lang. No pongas en olvido que la clemencia es un atributo imperial y que sería presunción de un súbdito asumirla. Sé cruel, sé justo, sé obedecido, sé victorioso.”
Jorge Luis Borges, Historia Universal de la Infamia – La Viuda Ching, Pirata, Emecé Editores S.A., Buenos Aires 1954.
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