“Tiene sentido elegir la Ocasión equivocada para convencerse de que en su momento se habría elegido la justa? Quién sabe cuántos de los que hoy han dado la cara lo habrán hecho por eso. Pero una ocasión falsa no es la Ocasión buena. ¿Podemos ser cobardes porque el coraje de los otros nos parece desproporcionado a la vacuidad de la situación?”
Otra vez alguien me pregunta en un cruce en mi vida “civil” (con gentileza, sin ninguna mala intención) “¿Seguís pintando?”. Y pese a ser una persona que en el pasado concurrió a mis muestras y hasta llegó a comprar una de mis obras (que sé que conserva y valora), yo no soy capaz de darle la referencia de este blog para que se “actualice” sobre mi trabajo. Solo balbuceo “Sí, algo estoy haciendo…” y paso rápidamente a otro tema.
Puedo racionalizar que mi conducta es absurda, pero no puedo evitar comportarme así. Siento que soy demasiado yo en este espacio, y ser demasiado yo es algo que no comparto con todo el mundo.
Una de mis voces (la rubia amable) comenta como para otra persona:
-Es un juego de máscaras. Ser pero bajo control. Que vean lo que querés que vean. La excesiva honestidad te vuelve vulnerable y uno no puede confiar en cualquiera. Todo puede ser usado en tu contra.
La de anteojos, como si estuviera en otra cosa pero no pudiera evitar hacer un comentario, le replica (intuyo yo que sin mirarla)
-Sonaría paranoico si no fuera simplemente estúpido. ¿Para que romper tanto con su Ragnarök si cuando tiene la chance de mostrarlo niega su existencia?
No lo niego…
-No lo niega-me avala la primera voz, que suena como la voz de una madre un poco harta de un crio insoportable.- Lo demora. Necesita que monten la red de seguridad antes de subirse al trapecio. – Baja el tono y agrega confidencialmente-: Ella realmente nunca corre riesgos… ¡MENTIRA! Me indigno. Yo no soy así (creo).
-No es que no corra riesgos-interviene la rubia; gracias al dios que sea, ella siempre parece estar de mi lado-, sino que los corre cuando tiene oportunidad de ganar. Ha sobrevivido demasiado tiempo filando el borde, que ya le es un acto reflejo mirar donde pone los pies. Su Ragnarök requiere su propia… “circunstancia”. Puede que no la espante meterse con temas tabú pero no va a colgar sus cuadros en una salita regenteada por el Opus Dei.
-Sería pintoresco, ¿no? E interesante escuchar los comentarios…
-¿Cuánto tiempo, por reloj, crees que durarían colgados?- cuestiona la de anteojos, insisto, sin participar realmente en la conversación.
-El suficiente para que nos los sacáramos de encima- concluye la madre harta.
Nada, pero nada es así. No se trata de prudencia ni de querer garantías. Ninguna “red”. Es solo… timming… encontrar el momento, el lugar y la gente… Y además las cosas requieren espacio, no puedo ir por la vida dando explicaciones. Lo que hago es raro, yo soy rara, vivo de modo extraño. No puedo estar todo el tiempo alardeando de mi esquizofrenia práctica, de ser dos personas, de tener dos vidas, dos nombres, dos profesiones, pero de que yo, realmente yo, soy esta (¿cuál?).
Mucha gente se va a sentir estafada, o decepcionada, o asustada… Y aunque realmente mucho no me importe eso, no tengo ganas de dar explicaciones. Hablar no es lo mío.
Llevar un blog como un diario personal no es, definitivamente, buena idea. Dejar en evidencia mis contradicciones y mi errática personalidad es algo insensato.
Esta mala costumbre de escribir…
“Letraheridos. Catalanismo derivado de lletraferits: dícese de las personas obsesionadas por la literatura hasta el punto de sufrirla morbosamente como una herida de la que no desean sanar."
(Nota de advertencia al inicio de El Premio, Manuel Vázquez Montalbán, Editorial Planeta 2005).
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