Reflexión intimista: Sobre calaveras y modelos. O como no sirve de nada contar hasta diez y proponerse no declararle la guerra a nadie cuando tu contumaz enemigo viene y te planta una bomba en la cabeza. O de como ArteBA es la quintaescencia de la INVOLUCION CULTURAL ARGENTINA.
Ayer tarde en un blog de arte contemporáneo (pero donde más que de arte como “abstracto” se habla de cómo viven el “hacer” arte los que intentan mantenerlo como centro de su vida) alguien de los que vendrían a ser el establishment del medio cultural local hizo un PATETICO Y LAMENTABLE despliegue de su miseria humana. Nuevamente (ya que aunque resulte increíble no es la primera vez) esta presunta curadora/galerista utilizó alegremente como argumento de desacreditación de otro ser humano su condición de padecer una enfermedad.
Y poco importa que el epíteto que más le guste a esta gentuza usar sea “sidoso” ya que, evidentemente por su calidad ética, debe desacreditar a cualquier otro por sufrir cáncer, ser ciego, haber perdido un miembro, y, prolongando su evidente argumento, por ser mujer, o gay, o blanco, o negro o de la comunidad quom. Y así al infinito: por ser cualquier cosa que no integre su “selecto” grupo de pertenencia.
Anoche me enfurecí por este tema, máxime cuando la persona (la llamaría bestia, pero sería insultar a los animalitos de dios que no se lo merecen) en cuestión es uno de los curadores seleccionados para el próximo ArteBA. Una de mis voces bufa dentro de mi cabeza: “-Y ya empezamos otra vez…”. Cierto. Mi poca simpatía a la “feria de galerías de Buenos Aires” es un tema conocido y, me temo, reiterativo. ¿Resentimiento porque me ignoran? Si, probablemente. ¿Así funciona el mundo, no? Como me dejan fuera los odio y los critico. Poco importa que hace 22 años, en el primer evento, tuviera participación con una de esas asociaciones de artistas que supe conformar, que por entonces conociera la cocina y los cocineros del asunto; que a lo largo de sus primeras ediciones haya observado el desarrollo cada vez más parcial, más turbio, más alejado del sentido original de todo. Que con el paso de los años la legitimidad de la feria fuera en caída en paralelo a la proscripción de la gente con más honestidad que ambiciones mercenarias.
Los que no entendemos al arte como un negocio sin más regla que el mercado quedamos al margen y miramos desde afuera como aquello que alguna vez creímos podía ser el referente del arte en la América hispanohablante se convirtió en una tienda snob, fashion y acorde a la movida top de temporada. Pero no más que una tienda.
Bien, ya sabemos que ArteBa me enoja cada año allá por mayo cuando sucede. Anoche me enojé por adelantado por la calidad moral de los primeros curadores seleccionados y publicitados. Pero traté de contar hasta diez las setenta veces bíblicas y otras tantas más, brindé en soledad deseando que el círculo del infierno que le corresponde a los curadores, galeristas y críticos vernáculos esté a su altura y me dispuse arrancar este sábado olvidando momentáneamente la cuestión.
Pero hoy, cuando tras el primer mate busqué en el umbral de casa la edición de La Nación, y desparramé sus varias secciones sobre la mesa ¡zas!, el destino se empecinó en imposibilitarme la evasión. Ahí vamos otra vez. Una sección extra: LN arte&diseño. En la tapa la calavera de plastilina del Grupo Mondongo que, para colmo, resulta la imitación aun más kitsch de la de Demian Hirst. ¿Cómo evitar el resurgimiento del mal humor? Y al pasar las páginas y ver que todo los espacios de ese suplemento son evidentemente publicidad encubierta (o sea, pagos por los interesados que fungen de “entrevistados” o “destacados” como “lo mejor” del año), con rosados anuncios de la próxima edición de ArteBA… juro que hice un esfuerzo por interesarme por el suplemento de deportes…
Entonces, el acabóses. A página 10 me saltó a la cara el título “Iván de Pineda, embajador de ArteBa”. Me paré, fui a meter la cabeza bajo el chorro de agua fría de la canilla, regresé y leí el diario otra vez. Iván de Pineda, un ex modelo de pasarela hoy devenido “conductor” de programas –de moda- en algún perdido canal de cable que afortunadamente desconozco es EMBAJADOR de ArteBA.
Dice en el “reportaje” que le efectúa Emilse Pizarro:
“Ser el embajador de arteBa tiene mucho que ver con la gente que conozco viajando. También atender a quienes vienen aquí y hacerlos sentir como en su casa. Invitarlos a conocer la feria, que cada día está más grande y mejor. Siempre estuve relacionado con el arte, a través de mi trabajo. Primero por la moda y ahora por la televisión.”
Ya veo donde ha estado mi error: no intenté entrar al mundo del arte por la puerta grande de la “moda”. Ni por la ventana (grande también) de la televisión.
Después le pregunta la entrevistadora: “¿Creés que hubo un tiempo en que el arte era más elitista?” Responde el “embajador”:
“Creo que siempre hubo arte para todos. Lo que hoy vemos como arte elitista fueron artistas que no fueron reconocidos en su momento y que no tenían las herramientas de comunicación que hay ahora.”
No sé qué otras pavadas preguntan y responden después de ese párrafo porque hice un bollo con el diario y fue a parar a la basura, su ámbito natural. Yo no me quería enojar, ¿era necesario que tuvieran que arruinarme la mañana del sábado con tamaño despliegue de ignorancia y estupidez? ¿Más todavía? ¿Era ne-ce-sa-rio?
Allá por la década del 30 Buenos Aires generaba una eléctrica y mandona Victoria Ocampo que emparejó a un Borges y a un Bioy y posibilitó de esa y otras mil maneras distintas el esplendor cultural porteño, que se volvió mundial cuando al nacimiento del nazismo dio amparo por estos lados a montones de creadores europeos a los que, literalmente, salvó la vida y su obra posterior. Hoy tenemos… ESTO. Involucionamos, qué duda cabe. Pero a no desesperar que, como vamos, los años venideros serán aun peor.