lunes, 25 de noviembre de 2013

  


Por encima de siglos de inquisiciones diversas, al artista seriamente desafiante ante los dioses le había llegado la hora de un estatuto privilegiado, como si fuera un especialista en agnosticismo en un mundo convertido en supermercado de creencias, pero creer en ese estatuto de privilegio formaba parte de nuestra capacidad de autoengaño. Creíamos que habíamos conseguido con mucho esfuerzo un merecido territorio agnóstico, sin reclamar daños y perjuicios por toda una humanidad atormentada por los dioses y sus sacerdotes. Nos bastaba con que nos dejaran el relativo desquite del sarcasmo y jamás se nos ocurrió condenar a muerte al Papa de Roma, ni al Gran Muftí de Jerusalén, ni al Patriarca de Moscú, ni al más ayatolá de los ayatolás. Les dejábamos ejercer su ministerio religioso, rodeados de creyentes y de satisfacciones telúricas y a lo sumo ridiculizábamos algo el progresivo sinsentido semántico de las religiones, prodigiosas reservas de palabras y explicaciones obsoletas. Les perdonábamos el sadismos al que nos habían sometido en nuestra infancia desde su prepotencia de intermediarios de los dioses, inculcándonos terrores y esperanzas desmesuradas para nuestra estatura desde una autoridad que no estábamos en condiciones de cuestionar. Sonreímos condescendientes ante majaderías sin cuento que no aceptarían hoy ningún animal prelógico a poco que conservara un solo sentido, y cuando hacíamos declaraciones sobre sus dioses se los cedíamos generosamente porque estaban hechos a su medida y cada cual se salva como puede. Pero entonces publicó usted, señor Rushdie, sus Versos Satánicos y los intermediarios de los dioses aprovecharon la ocasión para recuperar el instrumento del terror irracional, como han aprovechado el miedo al sida para arruinar la libertad sexual que aportó la posibilidad de controlar la natalidad y la caída del Muro de Berlín para hacer más altos los muros de las mezquitas, las sinagogas y las catedrales.- Aunque su condena a muerte fue explícita y venía de un fanatismo en expansión, disfrazado de lucha antiimperialista, todos los intermediarios de los dioses se sintieron en el fondo representados en esa condena que resituaba lo que antes se llamaba ´el santo temor de Dios´ y disuadía a los que se sentían excesivamente liberados del preceptismo religioso. (…) Desde las otras religiones institucionalizadas salieron prudentes voces de condena del asesinato santo, pero acompañadas del odioso sentido común de señalar que usted había excedido el sentido común y había ofendido a los creyentes. ¿Acaso no nos ofende a nosotros, los no creyentes, un discurso que nos parece arqueológico y reñido con cualquier aspiración de libertad? Los intermediarios de los dioses admiten la existencia de una criteriología religiosa mediante la cual cada religión pone verde a la otra, por más ecuménicas que se pongan Sus Santidades. Pero se trata de una lid ente creyentes, el ejercicio del acuerdo corporativista de los fieles que ajustan sus cuentas frente a la obscena y odiosa otredad de los infieles.”
 
  Manuel Vázquez Montalbán, Carta a un artista seriamente amenazado por los dioses, El Escriba Sentado, pág. 254/255



 
 
 
      Aunque hace pocos días rezongaba yo que mi última adquisición de Vázquez Montalbán me resultaba “desactualizada”, la realidad ha venido a darme un cachetazo con la concreta y actual acción de los “intermediarios de los dioses”, corrigiendo el texto del proyecto de reforma del Código Civil (ya bastante mamarrachezco por su sesgo político y su función de airbag para el inminente estrellamiento de nuestra faraona y su séquito de secuaces). Parece que para “no ofender a los dioses” habrá que tirar por la borda todos los avances técnico-jurídicos hechos hasta aquí sobre la fertilización asistida. El asunto de la reforma ya me malhumora pero metida la iglesia en esto es para agigantar el fastidio. La religión para los que creen, al resto déjennos la ley. Cualquier intento de avanzar en una legislación propia de este siglo tiene que volver a las catacumbas. La infertilidad la soluciona dios, véase sino a la madre de Juan el bautista. La ciencia no está para esas cosas…



 
 
 
     Y como para que no me quede duda de que la realidad se ha empecinado en darme, precisamente, una apabullante dosis de realismo, en los últimos días he tenido que escuchar (anonadada, sin margen de reacción) a un par de clientes (en pelea entre sí) utilizando el término “sidoso” como el sumun del insulto; al mismo tiempo en un blog de arte (www.loveartnotpeople.org), personas presuntamente cultas, también han abusado de esa tendencia de tildar a una enfermedad como “crimen” y quintaescencia de la carencia de valores éticos.
 
    Se ve que nada está pasado de moda. LOS RETRÓGRADOS SON MONEDA HABITUAL Y CORRIENTE, NOS LOS CRUZAMOS EN LA CALLE, NOS RODEAN POR TODOS LADOS. De poco vale tratar de avanzar y superar la ignorancia y los prejuicios. Nada de lo que nos hizo involucionar ha desaparecido del horizonte. Solo se esconde, sólo se disimula por un rato. Pero apenas te descuidás, ahí está otra vez. Lamentable. Y parece que irreversiblemente también.
 
 
 
 

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