miércoles, 27 de noviembre de 2013

Enésimo error: la dispersión o como resulta imperdonable ser un “Hombre Renacentista” cuando se es una mujer (contemporánea).   



 
 
 
A esa corte, a la vez magnífica y guerrera, frívola y cultivada, refinada y brutal llega Leonardo Da Vinci, llevando su lira y una carta que hace entregar al Moro, pues no desea que se le considere simplemente un músico de corte, y está impaciente porque le encomienden las grandes y variadas obras de las que su genio es capaz. No hay presunción alguna en esta orgullosa enumeración de sus talentos. Todo lo que dice ser capaz de hacer, puede realizarlo. (…) Enviado a la corte de los Sforza en calidad de tañedor de lira y constructor de instrumentos de música, Leonardo se metamorfosea allí sin tardanza en ingeniero militar; el día en que las artes de la paz puedan ser ejercidas sin inquietud ni escrúpulos, podrá demostrar su preeminencia en el oficio de pintor y escultor que, en esta carta, se desliza modestamente en la última fila. (…) Para los hombres de aquel tiempo, desbordantes de vitalidad e impacientes por multiplicar hasta el extremo su personalidad, nada era demasiado, y hubieran mirado como a un mediocre, como a un peón que se contenta con poco, al artista que no supiera manejar con igual maestría el formón, el pincel, el compás del arquitecto y las herramientas del fundidor de cañones. A sus ojos la universalidad no era una tontería quimérica, sino el objetivo hacia el que todos tendían y que deseaban alcanzar. (…) Durante más de veinte años, desde 1483, que es el año probable de su llegada a Milán, hasta 1499, fecha en la que concluye su estancia en la corte de los Sforza y que precede, por poco, al hundimiento del Moro, lo vemos responder a todas las exigencias del señor, tanto si se trata de excavar canales, de organizar fiestas (de las que será, al mismo tiempo, el director de escena, el decorador, el músico, tal vez incluso el actor), de construir y reparar edificios, de esculpir un coloso ecuestre y hasta de pintar curiosas decoraciones en las salas del Castello Sforzesco, algunas composiciones y algunos retratos y, finalmente, para el Cenáculo de Santa Maria della Grazie, la más célebre y admirable de sus obras maestras: La Cena.”
 
Marcel Brion, Leonardo Da Vinci, la encarnación del genio, Javier Vergara Editor, Buenos Aires 1995, Pág. 76/79



 
 
 
Ludovico (Sforza, el Moro) sólo tiene una idea respecto de Leonardo: mantenerlo lejos de las cocinas. El único incidente que empaña estos años es el accidente que ocurre al hacer unos ensayos con el cortador automático de berros de Leonardo, que se desbanda y da muerte a varios miembros del personal de cocina así como a algunos jardineros. Con posterioridad, Ludovico utilizaría eficazmente el cortador de berros como carro falcado contra las tropas invasoras francesas. Unos años más tarde, tiene lugar una nueva tragedia gastronómica. Envalentonado por algunos éxitos previos, Leonardo da nuevamente rienda suelta a su inventiva, con motivo de la celebración de las bodas de Ludovico con Beatrice d´Este. Planea construir, en el patio del Palacio Sforza, una réplica del mismo de sesenta metros de largo, con bloques premoldeados de masa de pastel reforzada con nueces y pasas de uva y cubiertas con mazapán multicolor. Los invitados entrarían al castillo de pastel, se sentarían a una mesa de pastel y comerían (¡cómo no!) pastel. Sin embargo, Leonardo no tuvo en cuenta el poder de atracción que semejante masa de comida podía ejercer sobre las aves y los roedores de la región. Durante la noche se libró una batalla campal entre los hombres de Sforza y las alimañas, pero todo fue inútil: al amanecer, los hombres se encuentran enterrados hasta la cintura en masa de pastel, intentando quitar los cadáveres de los roedores.”
 
Leonardo Da Vinci – Apuntes de Cocina, Traducción, introducción y notas Rafael Galvano, Editorial Astri SA Buenos Aires 2003, pág. 30/31



 
 
 
     Mi mayor y reiterado error (o pecado, según quién me lo endilgue en las frecuentes discusiones de turno) es el hacer “demasiadas cosas”, el no centrarme en una sola, el pretender abarcar tanto, el no “definirme”, el no “conformarme” con ser sólo “algo” en vez de estar intentando ser “tanto”. Adentrarme en el debate de la multiplicidad de un “hombre renacentista” sería absurdo porque, a lo sumo, para ellos un hombre renacentista es un señor ridículamente disfrazado que anima y sirve bebidas en jarros en una patética reunión temática. Definitivamente, cuando quien intenta ser un “hombre renacentista” es una mujer se es, simplemente, una HISTERICA.
 
 
 
 

Diseccionemos mi error imperdonable de dispersión:

 Uno: tengo un trabajo “civil” (profesional), porque vengo de esos ámbitos donde uno tenía que estudiar y trabajar, y si uno trabaja de lo que estudió tiene que hacerlo bien, y, pese a todo, cuando uno hace las cosas con seriedad y responsabilidad honesta el trabajo es redituable.    MAL: el artista no tiene que tener un trabajo bien remunerado, ya que no puede ser serio y responsable en su trabajo “civil”.   El artista debe ser díscolo, irresponsable, básicamente vago y negligente. El artista no puede autoabastecerse, debe SIEMPRE depender de la benevolencia y escasa generosidad de mecenas, benefactores o galeristas. Vida parasitaria, eso es artísticamente cool.



 
 
 
Dos: Pese a mi indiscutida pasión por el arte tengo, también, alma de ratón de biblioteca. Amo físicamente los libros, crecí entre ellos, son parte de mi identidad más básica. No solo los leo, los respiro, gravito en su espacio. Me es imprescindible revolver diariamente en mis estanterías, buscando cualquier cosa: una referencia de algo que leí en otra parte, la fuente de un comentario que salió en una conversación casual, la coincidencia entre dos autores contrapuestos sobre una cuestión que de repente surgió en un tercer texto que esté leyendo en ese momento. Libros de arte, sí, pero también de antropología, historia y religiones varias; literatura, ficción general y mucha poesía; un poco de filosofía y semiótica. MAL: ¿para qué tantos libros? No está bien vista la “cultura general”. Especialización, eso va ahora. Es-pe-cia-li-za-ción. Si se es artista se sabe sólo de arte. Y de una escuela, período o facción. Tanta amplitud es vana. Focalizar: sólo un poco y de lo que incumbe. Nadie quiere un artista culto. Leer –tanto- es perder el tiempo.



 
 
 
Tres:   Me divierte lo que hago. Crear (buscar, experimentar, encontrar un modo un poco distinto de decir algo ya dicho pero desde otro lugar) es un hacer placentero que se puede aplicar a distintas actividades a lo largo de toda la vida. Disfruto diseñar, intervenir muebles, proyectar objetos, diagramar eventos…   MAL: Hay que elegir sólo un área de acción. ¿Pintamos cuadros? Perfecto, que los muebles los haga un carpintero; vos vas y comprás algo estándar. ¿Y a qué diseñar catálogos o folletería para eventos ajenos? ¡Decorar exóticamente un salón para una fiesta! MAL – MAL –MAL. No se hacen tantas cosas. No hay que desperdiciar energía en marginalidades. Solo una cosa. Límites. Paleta restringida (¿te acordás?).



 
 
 
     No tengo defensa y, tampoco (¡afortunadamente!), redención. Mientras termino mi precioso mueblecito intervenido con el mismo papel batik que use de base para mi versión libre de un Mucha que decora un rincón de mi casa para mi exclusivo y personal disfrute, lidio con la compilación de material fotográfico para concluir el diseño de una agenda que tengo que ingresar a la imprenta a mas tardar mañana para que esté lista como regalo de egresados a cierto grupillo de niños por los que tengo ostensible debilidad. A la vez me apronto a cerrar la compra de una biblioteca personal de una dama ya mayor que quiere quemar sus naves en Lanus para trasladarse allende el río a terruño de sus ancestros. En el medio, próximo al cierre del año, pretendo decantar prioridades laborales para concluir pendientes urgentes días antes de la Navidad y ya no regresar al ruedo hasta el año próximo.
 
    Entretanto, empiezo a tener que decidir el definitivo modo de envío de las obras de mi Silk Road a Andalucia para la muestra de Febrero/Marzo y quisiera preparar unas postales con reproducción de las obras a exhibir para su distribución en tierra cordobesa. O sea, hiperkinesis pura, renacentista o histérica, que más da.
 
 
 
 
 

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