jueves, 12 de mayo de 2016



     Vuelta al trabajo serio (¡serio!, es una manera de decir).  Preparo dossier para postularme en el cronograma de exposiciones de un par de salas.  Aun sin estar terminado, busco espacio donde exhibir mi Caballito de Carrusel entre otros cachivaches de papel y algunas obras normales, para demostrar que tengo ataques delirantes pero que también puedo hacer cosas presentables cada tanto.

     Pero esta vez tengo ciertos límites en mi búsqueda.  Caballito no permite una libre movilidad.  Sí es liviano (es de servilletas de papel) pero es difícil de sostener sin romper la frágil estructura (de papel, precisamente).  Y no entra en un ascensor común y mi espalda no está ya para escaleras.  O sea: busco un lugar en planta baja, de fácil acceso, y lo suficientemente grande para que los visitantes puedan circular sin llevarse por delante nada (“nada” es Caballito).  Es, de arranque, un parámetro de búsqueda no tan complejo pero requiere que preste un poco más de atención de la que normalmente pongo en estas cosas.






     Planeo tres trabajos de  seudo-esculturas de papel: Caballito (sin terminar), mi falso book-art de Alicia (falta laca de protección y un pie)



 y el Maniquí de papel de diario (que necesita algo más de trabajo y también un pie que le de altura). 





Las doce Bandejas enmascaradas 




con la Mascarita con bonete (con su pie de altura). 



     Y luego media docena de obras de  Plagiaria y Cartográfica para la parte formal de la muestra, la que justifica que me disculpen y sean indulgentes con todos mis otros juegos.  





     Si las cuento son 24 obras, lo que para una individual está más o menos bien.  Será cuestión de presentarlas elegantemente para ver si consigo -¡después de tanto tiempo!- que me acepten y me den espacio y fecha para exponer individualmente.  Veremos.





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