miércoles, 4 de mayo de 2016










     “Nietzsche fue prácticamente un desconocido en su época, muchas de sus obras fueron editadas por su cuenta y él mismo tuvo que costeárselas. Se suele comentar que de Así habló Zaratustra hizo unas pocas decenas de ejemplares.  Intento regalarlo a los amigos y encontró que no conocía gente suficiente para hacerlo.  Hasta ese punto sus ediciones y sus ventas eran mínimas, era un filósofo clandestino.  Sin embargo, en los últimos años de su vida, cuando estaba sumido en la locura y retirado del mundo, empezó a crecer su prestigio, no en la Academia –que lo rechazó- sino entre poetas, novelistas y artistas.”

Fernando Savater, La aventura de pensar,  Penguin Random House Grupo Editorial SAU Barcelona 2014, página 194.





     ¿Dónde quedamos los artistas emergentes que ya no catalogamos como emergentes?  Por estos lados, donde emerger se transmutó en pertenecer a la juventud gloriosa, y el aliento –léase: espacios expositivos- convoca en exclusiva a sub 35 (antes el límite era cuarenta, igual estoy lejos de ambos), a los que estamos un poco crecidos pero no tan viejos como para renunciar al intento no nos dan cabida en ningún lado.   ¿Qué nos queda?  Autofinanciarnos.  A seguir generando dinero con cualquier otra actividad (¡infames mercenarios!) para poder pagar ese pedacito de pared donde colgamos por un rato para sostener nuestra ficción de creernos “artistas” (clandestinos).




















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