domingo, 1 de mayo de 2016


     La dicha doméstica (que, siendo mujer, se traduce como constante pluriempleo, dentro y fuera, de día y de noche, física y psíquicamente) ha terminado de destrozar mi espalda.  Y aunque gozo de una proverbial resistencia –yo, que de chiquita, quería pertenecer a la Legión Extranjera-, realmente el dolor está limitándome mal esta vez.


     He tenido que renunciar a trabajar en mi Caballito de Carrusel (apenas puedo mover mi brazo izquierdo y la mano derecha se me acalambra cuando trato de controlar el pulso por más de un par de minutos), así que me resigno a jugar con papel de diario haciendo florcitas para mi Maniquí, mientras aguardo que el pastillaje múltiple actúe y me facilite una movilidad aceptable para volver a las únicas cosas que me importan.  

















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