La dicha
doméstica (que, siendo mujer, se
traduce como constante pluriempleo, dentro y fuera, de día y de noche, física y
psíquicamente) ha terminado de destrozar mi espalda. Y aunque gozo de una proverbial resistencia –yo,
que de chiquita, quería pertenecer a la Legión
Extranjera-, realmente el dolor está limitándome mal esta
vez.
He tenido
que renunciar a trabajar en mi Caballito de Carrusel (apenas puedo
mover mi brazo izquierdo y la mano derecha se me acalambra cuando trato de
controlar el pulso por más de un par de minutos), así que me resigno a jugar
con papel de diario haciendo florcitas para mi Maniquí, mientras aguardo
que el pastillaje múltiple actúe y me facilite una movilidad aceptable para
volver a las únicas cosas que me importan.
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