“Creando
experiencias” dice el slogan, subido a la premisa publicitaria de moda de
darle al consumidor vivencias y no estrictamente productos. En el arte eso es fácil, el espectador por lo
general sólo obtiene la vivencia de una obra ya que por excepción la adquiere, conformándose
con el conocimiento face to face y el íntimo disfrute (o no).
Entonces,
con más razón, debería en toda puesta contemplarse ofrecer amenities al eventual
visitante. ¿Cómo? Obviamente con lo clásico (escueta información en el catálogo, alguna
reproducción en formato postal a guisa de souvenir, las vituallas de rigor en
el vernissage), pero también con una cuelga estructurada para que el
espectador pueda conocer un poco más del proceso creativo –sin necesidad de que el artista en persona esté ahí parloteando tipo
loro- y del sentido de esas obras dentro de la Obra en su conjunto de ese
particular creador. Es, como siempre y
en todas las áreas, contar una historia
bien contada.
No se
requiere demasiado presupuesto para esos extras, sino un poco de criterio y
ganas de trabajar algo más de lo planeado.
Y tampoco es cuestión de espacio, y acá llego al punto de mi conflicto y
mi disgusto: se han desperdiciado el resto de los planos. Cada obra en particular ocupa un espacio que
permitirá desde cierto punto estratégico ser observada adecuadamente por el espectador. Pero luego están los planos laterales, arriba
y abajo, unos pasos hacia adelante, el piso y el techo; múltiples ángulos
donde se puede aportar más data o hacer sutiles insinuaciones a ese espectador
sin entorpecer la visión de la obra ni asfixiar su entorno, pero que confluyan
en producir en serio una vivencia real y concreta de ese encuentro
obra-espectador.
¿Será esa
la función de los llamados curadores? Me
cuesta creerlo, basada en que nadie mejor que el artista puede contar
visualmente esa historia que involucra a su obra. El curador a lo sumo contará su versión, pero
estando el artista ahí dudo que nadie mejor que él pueda hacerse cargo de ese
relato. Que yo recuerde nadie nunca me
dijo que era prerrogativa mía este contar al tiempo de una cuelga; por lo
general siempre ha habido alguien con (supuestamente) mejor criterio que el
mío a la hora de distribuir la obra para su exhibición. Y es probable que
siempre me haya resultado algo decepcionante el resultado final, con esa vaga
sensación de un faltante en el conjunto.
Hoy creo haber puesto el dedo sobre esa cuestión. La obra debe dominar todo el espacio, aun en un montaje mínimo. Todo el espacio, cada centímetro cuadrado –arriba,
abajo, atrás, adelante- debe estar dispuesto de modo que resulte un
espiral que confluya en un centro donde se reúnan el espectador y la obra. Eso es crear una experiencia. ¿Divago?
Probablemente. Pero lo veo tan
claro en mi cabeza y sé que ha llegado la hora de que empiece a hacer las cosas
a mi manera.
Me encanta tu manera de ver las cosas. Y coincido en muchas aspectos contigo. Gracias por compartir tus ideas. Abrazos
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