martes, 18 de julio de 2017







     Digo en mi defensa que mi retorno a Facebook no se debe (exclusivamente) a mi espíritu veleta, sino a la facilidad de esa red para compartir fotografías y comentarios.  Me explico.

    A veces los artistas no nos dedicamos sólo a la realización de nuestra obra sino que nos enredamos (tal vez innecesariamente) en debates acalorados sobre nuestra teoría sobre el por qué de lo que hacemos.  Y entonces surge la necesidad de desarrollar de una manera más o menos comprensible esa teoría.

     En el último tiempo me he demorado en discusiones con colegas sobre la importancia o no del espectador.  Si bien sostengo que para el artista desde el punto de vista creativo el otro es intrascendente (uno no puede crear por encargo o conveniencia o por mero complacer a los que nos rodean), para la obra –ya escindida de su autor- el espectador es copartícipe de su desarrollo independiente.





     El vínculo que se desarrolla entre cada obra y sus espectadores es una cuestión aparte, en la que el artista no puede participar sino observar, para entender, desde afuera, que más había en esa creación que definitivamente nunca le perteneció por completo.  Cada obra tiene un gran porcentaje de autodeterminación, de imposición que aplica al artista para su configuración final.  Cada obra pide cosas que el artista no tiene más remedio que acatar (más o menos luz, más o menos definición, determinados elementos para su equilibrio o para su fuerza, marca contundentemente el momento en que el artista se retira y la deja de tocar dándola por concluida).






     ¿Cómo acercarse a esa realidad ajena que se desarrolla cuando las obras se van por ahí y se mezclan con el mundo?  Ahí viene mi reconciliación con Facebook.  Armar un espacio para, cuando montemos una exposición física y dando las coordenadas en la folletería y catálogos, invitar a los espectadores a subir sus imágenes con las obras que lo hayan provocado lo suficiente para la fotografía directa o la selfie compartida.  Entender desde esas imágenes un poco el vínculo generado entre ellos, deducir a quién convoca cada obra y cómo lo hace, si atrae a lo lúdico o a lo confuso, a la necesidad de comprensión o al simple placer.  O si no atrae a nadie, o aun, repele la contemplación.


     Claro, es una idea.  Habrá que ver si puede llevarse a la práctica y luego si alguien responde.  Pero había que empezar por algo  y ese inicio fue abrir nuevamente una cuenta en Facebook.  Veremos qué sale.









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