Digo en
mi defensa que mi retorno a Facebook no se debe (exclusivamente) a mi espíritu veleta,
sino a la facilidad de esa red para compartir fotografías y comentarios. Me explico.
A veces
los artistas no nos dedicamos sólo a la realización de nuestra obra sino que
nos enredamos (tal vez innecesariamente)
en debates acalorados sobre nuestra teoría sobre el por qué de lo que
hacemos. Y entonces surge la necesidad
de desarrollar de una manera más o menos comprensible esa teoría.
En el último
tiempo me he demorado en discusiones con colegas sobre la importancia o no del espectador. Si bien sostengo que para el artista desde el
punto de vista creativo el otro es intrascendente (uno no puede crear por encargo o conveniencia o por mero complacer a
los que nos rodean), para la obra –ya
escindida de su autor- el espectador es copartícipe de su desarrollo independiente.
El
vínculo que se desarrolla entre cada obra y sus espectadores es una cuestión
aparte, en la que el artista no puede participar sino observar, para entender,
desde afuera, que más había en esa creación que definitivamente nunca le
perteneció por completo. Cada obra tiene
un gran porcentaje de autodeterminación, de imposición que aplica al artista
para su configuración final. Cada obra
pide cosas que el artista no tiene más remedio que acatar (más o menos luz, más o menos
definición, determinados elementos para su equilibrio o para su fuerza, marca
contundentemente el momento en que el artista se retira y la deja de tocar
dándola por concluida).
¿Cómo
acercarse a esa realidad ajena que se desarrolla cuando las obras se van por
ahí y se mezclan con el mundo? Ahí viene
mi reconciliación con Facebook. Armar un espacio para, cuando montemos una
exposición física y dando las coordenadas en la folletería y catálogos, invitar
a los espectadores a subir sus imágenes con las obras que lo hayan provocado lo
suficiente para la fotografía directa o la selfie
compartida. Entender desde esas imágenes
un poco el vínculo generado entre ellos, deducir a quién convoca cada obra y cómo
lo hace, si atrae a lo lúdico o a lo confuso, a la necesidad de comprensión o
al simple placer. O si no atrae a nadie,
o aun, repele la contemplación.
Claro, es
una idea. Habrá que ver si puede
llevarse a la práctica y luego si alguien responde. Pero había que empezar por algo y ese inicio fue abrir nuevamente una cuenta
en Facebook. Veremos qué sale.
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