miércoles, 5 de julio de 2017































     ¿Cómo hacer participar al eventual espectador del íntimo proceso creativo de una obra sin atiborrarlo de palabrerío engorroso?  Con imágenes, el negocio del artista.  Claro que tampoco se trata de rodear la obra expuesta de farragosas fotitos explicativas. Basta un par de referencias, como en un ensayo: el lector interesado recurrirá a la fuente.  Hoy con colocar un par de links a YouTube, o a una fanpage de Facebook, o a un blog específico, el espectador que quiera adentrarse en el historial compositivo de la obra que contempla podrá enlazar a esa escueta referencia donde el artista habrá provisto de material extra en forma absolutamente gratuita.  El on line dando contexto y herramientas de profundización al off line, auténtico trabajo en equipo.


     ¿Cuánto le cuesta al artista utilizar los recursos de la web en beneficio de su obra?  Diría que en el plano económico casi nada (la mayoría de estos recursos son gratuitos y bastante sencillos de manejar por los más legos).  Sólo se requiere un poco de tiempo para sentarse frente a la pantalla, subir algunas fotos y componer una presentación amable que acompañe la exhibición física de cada una de las obras. Como casi todo en esta vida, no es cuestión de dinero sino de ideas y de ganas.






     Lo que en el siglo pasado eran los libros de estudio sobre la obra de determinado artista, bibliografía que por lo general solía publicarse tras la muerte de un selecto grupo de elegidos y siempre desde el punto de vista externo, internet permite que hoy sea la voz del propio artista la que cuente la historia y -¡afortunadamente!- podemos aspirar a contarla mientras insistimos en mantenernos con vida.  


     Desperdiciar este privilegio por negarle a la tecnología un valor en el arte es como, siendo escritor, negarle valor a la imprenta.  La creación, en cualquier área, es una actividad exclusiva y privada del artista, pero la difusión de su obra requiere necesariamente del otro y la web es una herramienta más de comunicación, una especie de propaladora un poco más sofisticada.   No es “adaptarse” a la fuerza como sugieren algunos con dejo despectivo, es “apropiarse”  legal, gratuita e  inteligentemente de todo lo útil que tenemos a nuestro alcance.   En el amor, en la guerra, y en el mercado del arte todo vale.










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