miércoles, 11 de octubre de 2017



     Caballito de Carrusel está listo para irse de casa.  Orejas recauchutadas, una capa de laca marina para reforzarlo ante la expectativa de intemperie, y el pie de sostén con un poco más de peso pero tan frágil, inestable y propenso al ladeado como antes.  Pero más no puedo hacer y ahora sólo queda dejarlo libre a su destino. 

     Lo tendré las próximas 48 horas invadiendo mi living, previo viaje al Hipódromo de Palermo.  Ello porque es necesario que el fletero que tal vez lo traslade lo venga a escudriñar para establecer si es viable o no llevarlo.  Hay que desmontarlo para movilizarlo y armar cierta estructura ad hoc para que se sostenga sin dañarse en el interior de la camioneta.  Todo un engorro.  Y parece que el viernes, día del traslado y montaje, va a llover.  Todo muy lindo.


     Como cada vez tengo más dudas de que esto termine bien lo fotografié y lo filmé –rodeado de otras esculturas de papel y cachivaches varios-, en lo que tal vez sea su último tiempo en integridad.  Para la eventual bitácora de recuerdos (de proyectos fallidos).  

















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