lunes, 30 de octubre de 2017








     ¿Está mal que a mi edad (¡tengo demasiados años!) ya no tenga ganas de hacer lo que debo y priorice hacer lo que quiero?  Aunque ni siquiera eso, no puedo hacer lo que quiero pero me niego a hacer lo que debo.  Que mal…

 
     Es como una rebelión inconsciente.  Acato horarios, me dispongo a cumplir con mis obligaciones civiles (ganar el pan con el sudor de la frente y todo el dichoso karma de bienaventurados los que sufren y sufren y sufren…), me resigno al destino y nada.  El cerebro no me funciona. Vengo, tributo mi tiempo al deber y lo desperdicio en la más absoluta inacción.  ¿Por qué?  Porque quisiera estar en otro lugar, haciendo otra cosa.  Pero no puedo.  Y mi cabeza y mi cuerpo se han declarado en boicot.  Nada.  Hoy soy incapaz de hacer nada.  El deber tendrá muy buena prensa pero  no tiene ningún poder sobre el maremágnum de mi hastío.  Que mal comienzo de semana…
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 

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