¿Está
mal que a mi edad (¡tengo demasiados
años!) ya no tenga ganas de hacer lo que debo y priorice hacer lo que
quiero? Aunque ni siquiera eso, no puedo
hacer lo que quiero pero me niego a hacer lo que debo. Que mal…
Es
como una rebelión inconsciente. Acato
horarios, me dispongo a cumplir con mis obligaciones civiles (ganar el pan con
el sudor de la frente y todo el dichoso karma de bienaventurados los que sufren y
sufren y sufren…), me resigno al destino y nada. El cerebro no me
funciona. Vengo, tributo mi tiempo al deber y lo desperdicio en la más absoluta
inacción. ¿Por qué? Porque quisiera estar en otro lugar, haciendo
otra cosa. Pero no puedo. Y mi cabeza y mi cuerpo se han declarado en
boicot. Nada. Hoy soy incapaz de hacer nada. El deber tendrá muy buena prensa pero no
tiene ningún poder sobre el maremágnum de mi hastío. Que mal comienzo de semana…
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